Se enteró que la habían nominado para un Grammy Latino caminando por la Gran Vía madrileña. Luego, tuvo un recuerdo para Manolo, su leal compañero de fatigas, y a su condición de canaria. "¡Contra, qué hago yo en medio de este lío!", pensó Olga Cerpa tras meditar el logro que comparte con la cubana Albita y la peruana Eva Ayllón, las tres voces que se juntan en el proyecto "Mujeres de cajones".

¿Cómo se siente tras recibir esta nominación?

No lo esperaba. A una siempre le hace "tilín" que se acuerden de su trabajo, pero cuando te enteras que el jurado tuvo que decidir la lista de nominados entre más de diez mil candidatos lo único que piensas es que no van a tener tiempo de escuchar tu propuesta. Yo ya me siento ganadora.

Todo eso queda bastante bonito, ¿pero y si resulta que va y le dan el Grammy Latino?

Yo no sueño con esas cosas (ríe). Soy una mujer realista y sé que esa es una posibilidad bastante remota. Si viene el Grammy será como ese regalo de Reyes que no pediste. Te llevas un alegrón porque te han dejado algo inesperado, pero lo normal es que los regalos estén en la carta...

¿Qué fue lo primero que pensó al conocer esta buena noticia?

Iba caminando por la Gran Vía y tuve dos recuerdos. Uno fue para Manolo, el compañero de fatigas, y otro para el lugar de dónde soy. Quién me lo iba a decir cuando cantaba en la cocina de mi madre, en nuestra casa de San Juan, que algún día estaría nominada a un Grammy. Luego pensé: ¡Contra, qué hago en medio de este lío! Yo soy de un sitio muy pequeñito y esto es realmente gordo.

¿En qué punto se encuentra su carrera?

En uno muy lógico en el que estoy acompañando lo que es mi madurez vital. No sé cuánto durará este momento pero, aunque pueda parecer una chorrada lo que voy a decir, no siempre puedes hacer lo que quieres hacer... Estoy cantando cómo quiero. Ahora ya no compito conmigo misma por descubrir un lenguaje nuevo, sino que he decidido volver a la esencia para descubrir quién soy. Yo canto como canto porque soy de donde soy y eso me da un color y una mirada hacia las canciones bastante singular.

¿Algunas de esas canciones se están "horneando" en Portugal en lo que será su próximo álbum?

Ahora estoy mirando al mundo del bolero y del fado pero sin hacer fado, porque yo no soy fadista... Me acerco a él desde donde estoy y eso funciona. A mi edad ya no me interesan los conflictos y dejo que la música fluya en libertad.

¿Entiendo que no se siente una "intrusa" en el mundo del fado?

Lo que siento es que vivo un momento en el que el corazón y la cabeza están acompasados. Al mundo lírico, por ejemplo, no me acercaría nunca porque mi cabeza me dice que ese no es mi espacio. No me siento una intrusa en el fado. Yo no he copiado nada; solo quiero su sonoridad. Ser canaria me ha ayudado a acercarme al fado de una manera poco invasiva. Mi intención no es competir con los fadistas. De hecho, en este disco comparto experiencias con Ricardo Ribeiro y Helder Moutinho. Es ahí cuando percibes con cierta claridad que entre dos mundos que son muy distintos hay un punto en el que nos encontramos. Todo esto suena a algo de dos orillas, pero son dos orillas que se entienden.

El hecho de ser atlánticos tampoco nos hace tan distintos, ¿no?

Buceando en la memoria sonora de las Islas te das cuenta de que en cuanto escarbas un poco en la esencia emocional de una folia o en unos aires de lima aparecen la "saudade". Ahí está ese mundo de despedida que tiene el fado. Ese es el lugar en el que yo me he querido mover. Luego, en algunos pueblos hay trayectos vitales que generan puntos de encuentros culturales a partir de unas realidades compartidas como puede ser el caso de los movimientos migratorios. En Mestisay siempre hemos sido descarados; nunca nos ha dado miedo mezclar sonidos que nos parecía natural que se mezclaran. Esa falta de pudor es algo saludable.

¿Pero debajo de esas mezclas siempre aparece la esencia de Canarias?

Mi característica como cantante me la da el lugar al que pertenezco. Hace tiempo que tengo claro que nací de un sitio especial; un espacio distinto por su geografía, historia, cultura... Esa singularidad es la que nos da una personalidad propia. Por eso insisto en destacar una idea que ya comenté antes: estoy convencida de que Olga Cerpa canta como canta porque es de donde es. Mi característica como cantante me la da mi origen y mi pertenencia a Canarias. No creo que yo sea la mejor poeta de mi calle, entre otras cosas porque la calle en la que vivo es muy chiquitita, ni tampoco quiero vivir en la endogamia cultural que existe en mi tierra, pero sí que quiero aprovechar mi condición de canaria para conquistar nuevos públicos. Me siento libre para decidir qué es lo que quiero hacer con mi música sin tener que rendir cuentas a nadie.