El partido que planteó el Tenerife en la pizarra de Cervera -muy físico en el medio con intención de robar y correr por la derecha- se complicó de manera inesperada. Sucedió lo peor posible: un cambio de guión que presagiaba tormenta. El gol de Momo, que nace de una indecisión de Albizua ante Araujo -luego ya la zaga estuvo insegura toda la primera parte-, alejaba al Tenerife del tipo de desempeño para el que está construido. Ese 0-1 tan tempranero lo obligaba a ir a buscar el área rival, a tener el balón y a encontrar soluciones de profundidad en un juego posicional. Obviamente, Las Palmas se replegó desde que se puso por delante (13'').

Pero el conjunto de Cervera se fue recuperando del golpe y su crecimiento en el partido se representó en la frecuencia cada vez mayor con la que se acercó al área de Raúl. Lo hizo a base de añadir riesgo. Moyano amplió el campo por la derecha, y Cristo se metió por dentro y empujó hacia arriba al jugador más activo de la primera parte, Íker Guarrotxena, que probó dos veces a Raúl, una al lanzamiento de una falta (18'') y la otra desde lejos (21''). El Tenerife ya había ocupado el campo de ataque y empezó a filtrar hacia pases hacia el fondo y a forzar saques de esquina. En el sexto encontró el empate, en un lanzamiento envenenado, al primer palo, que se coló casi sin más autoría que la del propio ejecutor, Guarrotxena. Un córner que firmaría Simeone. Con el paso de los minutos, el conformismo o la intención de enfriar el partido durmió a Las Palmas, que se fue diluyendo, errática en las entregas, incluso en las más sencillas, e incapaz de aparecer por las inmediaciones de Roberto, mientras el Tenerife seguía imponiéndose en la segunda línea con la presión de Vitolo y Aitor y combinando mejor por los costados. Por el izquierdo, el menos utilizado, se generó la última ocasión de la primera parte, rubricada por Aitor Sanz, cuyo disparo frontal estuvo muy cerca del gol (41''). La diferencia de intensidad entre un equipo y otro fue elocuente. Contrastó el corazón con el que el Tenerife buscaba que pasara algo en cada disputa, con la imagen de su rival, un equipo sin alma y sin juego en el medio, que no buscaba cosas. Solo esperaba que sucedan.

La insistencia local en provocar el desequilibrio de Suso frente a Ángel tuvo respuesta. Al descanso, Paco Herrera dejó fuera a Simón y metió a Christian para defender a Suso en una marca muy acusada. En lugar de quitar a Ángel lo cambió de banda. Pareció un cambio político. Le salió el tiro por la culata: resulta que en la primera jugada de la segunda mitad, Suso entró a la espalda de Christian y Cristo a la de Ángel, entre los dos firmaron el 2-1 que desató la locura en el Estadio e hizo creer ciegamente al equipo en sus posibilidades. Desde ese minuto (48'') hasta el final, el Tenerife firmó un ejercicio defensivo al alcance de muy pocos en esta Liga. En este escenario sí encontró el tipo de partido ideado por Cervera. Dio un paso atrás, se juntó en su mitad de campo y no dejó de apretar sobre la iniciación del juego visitante, primero con el trabajo de Aridane, que incluso tuvo alguna salida a la contra frustrada por su falta de velocidad, y luego con un cambio magistral desde el banquillo. Cervera quitó al agotado Guarrotxena y metió a Ricardo. Lo puso a formar el doble pivote con Vitolo y avanzó a Aitor Sanz a la zona de media punta. Aitor solo se bastó para cerrarle la salida al rival. Su ejercicio de desgaste, cortes de balón y buenas entregas en ventaja para el compañero fue tan insistente como acertado, hasta redondear una actuación que, lejos de los focos que alumbran a quienes viven en las áreas, resultó memorable.

Herrera fue buscando soluciones a un paisaje absolutamente plano. Su equipo tenía el balón, pero no veía ni una sola línea de pase abierta por la que progresar. Primero puso a Vicente (más llegador) por Roque y luego a Guzmán, para evitar que Momo fuera expulsado después de que el árbitro le perdonara de forma increíble la segunda tarjeta amarilla.

Fueron cambios de nombres, no más allá, ni una mínima alteración hacia lo trascendente. El Tenerife se protegió sin que nada amenazara su equilibrio, los centrales devolvieron cada pelotazo de Aythami o David García en largo desde su defensa, el único recurso que le quedó al líder que, desconectado por el inmenso trabajo de Aitor, Ricardo y Vitolo, no disparó a portería hasta el descuento, cuando se encontró con una falta a 30 metros de distancia, en la que, por si había alguna duda, también el portero estuvo a la altura. Con la parada de Roberto al tiro de Nauzet se confirmó la victoria, se desató la locura y se declaró el estado de optimismo con respecto al futuro.

El Tenerife ha vuelto.