Cuando Drexler habla el público guarda un silencio cómplice -un juego que no quiso respetar un grupo de espectadores que ocupaba el sector izquierdo del "gallinero" del auditorio Teobaldo Power de La Orotava- que se alarga hasta que el uruguayo dice basta. Ahí es cuando comienza a "extirpar" acordes a una guitarra y su banda, percusión en su estado más puro, conecta con el escritor de emociones.

El acto de pensar lo tiene bien definido un artista que en su regreso a Tenerife se trajo una ristra de canciones que unen en una sola pieza música y baile. Uno se fue hasta la villa norteña avisado de que se iba a encontrar a un Drexler divertido, enérgico, vital... Un artesano de la cultura que decidió irse a "Bailar en la cueva" para espantar un fantasma que lo agarró de niño en una de las orillas del Río de la Plata. Y es que al charrúa no le duele reconocer que en el pasado nunca se sintió Gene Kelly. Al revés, su virtud radica en normalizar complejos y habilidades, es decir, lo cotidiano es más fácil cuando hay un Drexler en su vida. El Drexler que se dejó caer el pasado viernes por La Orotava estuvo más danzón que nunca. Hablar, lo que se dice hablar, habló lo acostumbrado, es decir, lo justo para que los espectadores tuvieran la sensación de estar frente a una hermosa marioneta de teatro, eso sí, con su coranzoncito, a la que nadie quiso cortar sus hilos. Y es que entre materia y materia, Jorge sabe cómo manejar los tiempos de un concierto brillante.

Desconozco si ese giro hacia un espacio algo más divertido durará tanto como esas moléculas que el doctor ubica en nuestro organismo hasta que nos plantamos en los 80. Puede, incluso, que el Búho Producciones lo traiga por estas coordenadas atlánticas de nuevo, pero el fondo de armario que está generando Drexler tiene de todo. Alegría, amor, desamor, melancolía, soledad... Ese es el hábitat natural en el que se mueve este equilibrista de los sentimientos; un cantautor que ahora reside en la cueva más bailona.

@davilatoor