Nunca recibí tantos apoyos, tras haber publicado un artículo en este periódico, que para la crónica en la que hablé de la muerte del pobre "Excálibur", el perrito de la auxiliar de enfermería Teresa Romero. Fue sacrificado por orden de la autoridad sanitaria, sin saber si padecía o no ébola (seguramente, no). Este país no siente ningún respeto por los animales. Es más, se trata de un país paradigma de la brutalidad. Claro que hay muchas personas que se han enfrentado a esta ejecución sumaria. Se ha dicho siempre que el nivel cultural y de sentimientos de un pueblo se mide por el amor que siente por los animales. Aquí se tiran las cabras desde los campanarios, se mata a un toro a banderillas, rejones, estoques y descabellos en una plaza, cuando no se persigue a un pobre animal por las calles de un pueblo, clavándole lanzas en el lomo hasta que cae. Sin ir más lejos, ya ven lo que sucedió este año en Garachico con un pobre toro que tiraba de una carreta en la romería de San Roque. El animal cayó, exhausto, fue castigado con una pica para que se levantara, recogido por una pala, posiblemente ya muerto. Lo dejaron caer de la pala y lo depositaron en un camión. Lo vimos muerto, pero a su dueño se le ocurrió decir al día siguiente que estaba vivo y aportar, incluso, unas fotos. Todo el mundo sabía que no era el mismo toro al que muchos vieron muerto en la calle. Encima de crueles, mentirosos. Que se acaben los toros y las vacas en las romerías. No han nacido para eso. Para sufrir mientras otros se divierten. Que sean sacrificados con dignidad, cuando les llegue su hora, y que no se les haga sufrir. Cambio de tema. Un reconocido pijo y vividor de Santa Cruz, que está siendo juzgado por apropiarse indebidamente (y presuntamente) de 5.000 euros de una comunidad de vecinos, y no haber realizado en el edificio el peritaje para el que fue contratado, será detenido en las próximas horas. Lo ha ordenado el juzgado de Instrucción 2 de La Laguna. Resulta que se le cita reiteradamente y no aparece, torea al juzgado y a los querellantes. La jueza de dicho juzgado, María Celia Blanco Redondo, ha ordenado a la policía que lo conduzca a su presencia. El tipo, que responde a las iniciales de R.A.B., puede ser localizado en el Real Club Náutico, no será tan difícil echarle el guante. Por caradura y -presunto- estafador. Hay cada ejemplar por ahí que da pena. No sólo no cumplió con la sencilla tarea de peritar un edificio, sino que pidió una provisión de fondos por su trabajo, se la dieron y no apareció más, desde hace más de un año. Vaya jeta. Esta semana, desocupados lectores, ha sido rara. Llena de rumores en el mundo de la prensa escrita, pero que al final se disipan, ni siquiera llegan a ser antesala de la noticia. Se habla de empresarios denunciados por la fiscalía de Medio Ambiente por acciones sobre/contra el territorio en el Valle de Güímar. A alguno conozco, pero no me ha llamado para contarme de qué se trata. A este paso no va a quedar títere con cabeza. En Italia se dejó el país en manos de los jueces y se produjo la mayor crisis política de la historia italiana. Y luego algunos jueces acabaron siendo políticos, a lo Garzón, el controvertido Garzón. A cada cochino le llega su sanmartín. ¿Recuerdan cuando el tal Cotino, que mandaba la policía, vino aquí -me parece que con Garzón- a detener a los del time-sharing? Ahora los condenados -o imputados- son Garzón y Cotino y los del time-sharing siguen vendiendo time-sharing. Es que el mundo da muchas vueltas. En todo caso, éste es un país de locos. ¿Y lo del ébola? Han detenido a un insensato que filtraba noticias falsas sobre la enfermedad en las redes sociales. A este chifleta le pueden caer de seis meses a dos años de talego. Con la sicosis que hay, ¿a quién se le ocurre? Nuestra Brígida Mendoza, consejera de Sanidad, se pasa el día en las reuniones de Madrid para el seguimiento de la enfermedad. Ella dice que está todo previsto en Canarias, por si acaso. Esperemos que no se produzca ni un solo caso aquí. En fin, es lo que ha ocurrido en estos días. ¿Y el vino?: de La Mancha, claro; pirriaco peninsular para engañar al canario. Cojonudo.