Mañana regresan al teatro Leal de La Laguna para consumir, a partir de las 21:00 horas, otra ronda de música y buena compañía en torno a un proyecto que nació en este mismo espacio cultural hace algo más de un año. Andrés Molina, Pedro Flores y Samuel Labrador vuelven a Aguere para mostrar el contenido del libro-DVD-CD en el que habitan los sonetos musicados de "El hombre que bebió con Dylan Thomas", una aventura que ha unido a un cantante, a un poeta y a un pianista alrededor de unos versos que han moldeado un producto que aspira a volar lejos del Archipiélago.

¿Al final, quién pagó la cuenta de los hombres que bebieron con Dylan Thomas?

ANDRÉS MOLINA.- Ni idea. Solo sé que todos teníamos agujeros en los bolsillos. Cada uno puso lo que pudo. El editor nos invitó a un par de botellines y Cris Bonnet nos aconsejó tugurios que visitar para ahorrarnos unas monedas. Muchos amigos se fueron animando a las fiestas. La mayoría de las madrugadas Pedro no paraba de reír mientras fregaba los platos silbando aquella canción que contaba la historia de su boxeador preferido, y Samu y yo nos deprimimos con las mangas de las chaquetas mal arremengadas llenas de espuma. Algunas noches Samuel se abalanzó alevoso sobre el piano desafinado: "Vamos^ muchachos, igual no nos cobran y nos ahorramos la plata"; Pedro gritaba entre carcajadas. "¿Pero, che cosa faj, Samuel? (ríe). Era fácil sentirse valiente con aquellos hombres bebidos por la vida y dispuestos a no saldar cuenta alguna.

PEDRO FLORES.- Nosotros con gusto hubiéramos pagado esa cuenta. No porque este sea un negocio bollante, sino porque ellos se lo merecen. Hubiera sido un placer tomarme una copa con Dylan Thomas, más difícil hubiera sido seguirle el ritmo en una barra.

SAMUEL LABRADOR- Aún seguimos pagándola. Como buenos canallas de barra. No hay cuenta que no se pueda saldar con un buen fiado.

Yo creía que los momentos de inspiración había que buscarlos junto a un buen escocés, pero este galés no ha ligado mal. ¿no?

A.M.- La buena bebida como la buena literatura siempre se dio en todas las patrias. El mejor bebedor sabe apreciar una buena botella, no importa el título del libro. Lo curioso es que ninguno de los tres bebe en horas de trabajo. A mí me flipa el agua con gas y la leche con cacao puro. Pero este hombre que bebe con Dylan Thomas es tan bueno que nos tiene absolutamente atrapados.

P.F.- Con Thomas, al igual que con otros muchos poetas para que, además de por la calidad de su obra, que tiene un hueco incontestable en la historia de la literatura, ingresa en una especie de parnaso maldito, de cielo de los perdedores, ligado a la mitificación de sus personas por ciertas circunstancias lindantes con su visión de la poesía.

S.L.- Mientras se trate de tugurios y garrafón, el sabor primigenio de la cebada o de la malta se extiende por igual en las barras célticas y su esencia permanece intacta, como una misma sangre. El galés emanó universalidad.

¿Cómo coinciden en un mismo proyecto un pianista, un poeta, y un cantautor sin que se desencadene una "guerra" de egos?

A.M.- Disfrutando de lo que sale de cada uno. Escuchando todas las sugerencias. Respetando las veredas de los mapas del universo del poeta donde manda capitán se gobiernan los marineros... Cuando nos salimos de madre llega Cris y nos alienta a retornar a la belleza.

P.F.- Absolutamente imposible en este caso una guerra de egos, yo soy plenamente consciente de que el protagonismo y el peso en el escenario lo llevan Andrés y Samuel. Yo casi soy un espectador más que acude desde dentro a un maravilloso concierto que en cualquier caso pagaría por ver. Y ellos por su parte han sido tremendamente generosos conmigo pidiéndome que aporte mi antiestética y prescindible figura en las representaciones. Si Molina y Labrador tuvieran un ego acorde al talento que tienen no cabrían en el escenario.

S.L.- No escondiéndonos. Es la mejor forma de que tres lunátinos se reconozcan. Juntos en el mismo alcohol.

¿Hay más poemas para tomar la "arrancadilla" con Dylan Thomas?

A-M- Yo me arrancaré directamente con los sonetos de Pedro Flores. Que sea él quien aconseje. No he paladeado lo suficiente los licores de Dylan. Deme un poco de tiempo, se lo ruego. Sólo sé que me sorprendió y me amplió el horizonte expresivo poemario lo primero que leí. Es como sentir que el movimiento neuronal es pensar. ¿Pero cuántos caminos nuevos?

P.F.- Si el libro consta de 36 textos, pero no queremos ser unos borrachos pesados. Andrés escogió los 20 que en ese momento su intuición y su sabiduría musical fluyó, pero nunca se sabe...

S.L.- Hay botella para rato... Esta no es una barra que tenga fama de austera.

No voy a hablar de "profanación", ¿pero cómo cree que se habría tomado el británico este guiño musical?

A.M.- Muy bien: tenía buen beber... Además, los sonetos no son suyos... Alguien que no fue por el camino que de él se esperaba, alguien quizás irreverente yendo por donde los poetas no transitaban, aceptaría con resignación esta intromisión en el descanso de su espíritu para llevárnolos de copas de bar en teatro, de barra en librería.

P.F.- Hay que dejar claro que no se trata de un homenaje absoluto a Dylan Thomas, solo una canción sí es un tributo específico a él. Se trata de una ofrenda a su espíritu, de alguna forma, a una mitología extrema y menesterosa asociada a veces tan fertilmente a la poesía.

S.L.- Si hubiéramos tocado en el bar de Dylan, creo que habría girado su cuello hacia nosotros usando un mínimo esfuerzo nos habría mirado de reojo levantando su sombrero unos segundos y habría pedido otra botella volviendo a su postura inicial, es decir, habría habido una gran conexión.

Si la poesía está de capa caída y la canción de autor tampoco anda muy bien, ¿qué han querido hacer con esta hermosa aventura?

A.M.- Darnos el gusto de ser felices un buen rato. Hacer que la gente sea feliz durante 80 minutos en cada concierto, oyendo el trabajo, leyéndolo. Más allá de cuánta gente asista o de cuántos libros-CD-DVD se puedan vender, nuestra meta es ponernos a la altura de los sonetos, de las músicas, de los arreglos. Adentrarnos en ese mundo mágico que sin darnos cuenta se nos ha conformado como un hogar al que regresamos todos cuando nos citan para abrir nuevamente la barra. Es como tener la grada repleta y jugar a la pelota sudando la camisa sin temor alguno a dejarse la piel. Los sonetos de Pedro Flores acogen como el fuego de una casa de invierno.

P.F.- Si nosotros, u otros autores, tuviéramos en cuenta esa estado de precariedad perenne, no nos dedicaríamos a esto. La grandeza de ciertas cosas a menudo reside en ese heroísmo que insinúas, probablemente el mundo necesita por ello y más que nunca trabajos así; quiero decir un poco "kamikazes".

S.L.- Seguir siendo honestos.

¿Cuál es su trago favorito -un título de canción- de "El hombre que bebió con Dylan Thomas?

A.M.- Difícil tránsito elegir un trago. Me tomaría ahora un "Te esperaba en los lechos de los mares", pero también me engolosina un "Como solo a ti deseo por viuda". Y cómo voy a resistirme a un "Ya no existe la calle en la que nos vimos". "Este idiota a la sombra de un soneto" me atrapa cada vez que veo su botella. Pero esta barra tiene de todos los licores del amor y del desamor, de la vida, de la literatura, y de todos los me echo un buen trago cada uno de estos felices días.

P.F.- Difícil decidir. Cada trago es irrepetible. A mi me gustan especialmente "Ya no existen las calles en que nos vimos", "Te esperaba en los lechos de los mares", "Otros te verán arder"... Es que creo que Andrés ha hecho 20 canciones estupendas. Él y Samuel han hecho estos poemas mejores de lo que son al hacerlos canciones.

S.L.- Imposible decantarme. Después de cada concierto cambio de bebida, de sabor.

¿Esperaban estar entre las primeras novedades poéticas más vendidas del país?

A.M.- Dicen que cuidado con lo que deseas. Yo no lo esperaba, pero lo deseaba desde que acabé de componer y las músicas quedaron elegidas. Paseaba escuchando todos los bocetos, uno tras otro, y me emocionaban tanto que pedía a Dios que todo esto llegara a donde merecía. Es probable que nosotros nos pongamos nuestros propios límites, diría Cris. Y creo que le sobra razón. Hemos hecho un trabajo de ensanchar nuestros horizontes emocionales y estamos empezando esta última y larga andadura de venderlo y presentarlo. Una andadura muy feliz. Falta mucho por conseguir. Ruego para que lo logremos.

P.F.- No, ni mucho menos, pero es estupendo porque lo ha editado El ángel caído, que dirige Adolfo García, un tipo heróico: él es el cuarto hombre que bebió con Dylan Thomas sin duda, el que ha pagado la cuenta de algún modo. De todas formas he de decir que no concibo la poesía como una lista de ventas o un escalafón de méritos, ni como una cerrera profesional, pero este es un producto muy particular al que esa noticia le viene bien.

S.L.- Si le soy sincero, de la mano de estos canallas no me atrevo a poner límites porque sé de lo que son capaces.

¿Qué porcentaje de responsabilidad tiene en este proyecto?

A.M.- Todo, porque lo he hecho mío. Cada poema es casi mío. Cada improvisación de piano casi me pertenece. Cada reflexión de Cris me la he apropiado. Pero este barco lo tripulan tres bucaneros, una heroína y el que fleta la expedición. Cada uno de mis acompañantes se apropia cada día de mis músicas e interpretaciones. Todo es casi de todos. El orgullo se adueña de todos por igual.

P.F.- Yo fui quien encontró a Dylan Thomas bebiendo en ese bar, desde el atrevimiento quise hacer unos poemas que captaran su espíritu, pero la velada se fue animando. Primero con Andrés, que puso la magia en el tugurio, luego un pianista estupendo que le dio el toque que faltaba. Aquí no se bebe en soledad.

S.L.- Menor en cuanto a la gestación de la obra, mediana en cuanto a darle una forma definida y mayor en cuanto a la puesta en escena.

¿Cómo se va a sentir volviendo al escenario de este "crimen" musical?

A.M.- Como Pedro con sus poemas, como Sam en su Casablanca, como Molina en su Andrés, que no Antonio. Como Cris en su pintura. Como un ángel en su ascenso. Como novios en su boda repleta de invitados.

P.F.- Yo creo que será estupendo. No niego que me embarga cierto "embarazo" estar ante el mismo público. Espero que les guste tanto como la primera vez al que repita. Me gustaría darles las gracias uno por uno.

S.L.- Presiento que muy emocionado. Nuestro público, la magia del Leal. Sí, creo que habrá mucha emoción.

¿Se arrepiente por no haber intentado antes esta aventura?

A.M.- Hay veces que uno se niega a disfrutar de la vida y siente que no está preparado para ser feliz con su trabajo. Cris ha sido imprescindible en esta osadía. Lo más increíble se consiguió. Y todo por su entusiasmo y entrega. Cuando nadie veía, ella empujaba dando fe y apostándolo todo.

T.F.- No, las cosas suceden cuando lo hacen. Esto no fue algo premeditado. Yo hice un librito de poemas, las cosas fueron siempre muy espontáneas. Todo ha conspirado desde entonces para que nosotros estemos satisfechos de cómo han ido las cosas.

S.L.- En absoluto. Una vez has visto el resultado de "El hombre que bebió con Dylan Thomas" no me lo puedo imaginar en otro momento, con un Samuel que no sea el que está ahora participando en este proyecto. Si pienso en ello me viene a la cabeza la palabra "error". Ahora solo lo siento como acierto y éxito.