La fábula del padre, el hijo y el burro: hagas lo que hagas, siempre habrá alguien con un motivo irrefutable para criticarte. Si el Gobierno español hubiese dicho que sí inmediatamente ante la petición de la ONU de utilizar el aeropuerto de Gando como base logística para combatir el ébola en África, que dicho sea de paso es donde hay que hacerlo, además con urgencia, a estas alturas ya estaría Paulino Rivero y sus alguaciles clamando contra un nuevo trato colonial. Pero como el Ejecutivo que preside Mariano Rajoy se ha tomado las cosas con calma -hasta después del Consejo de Ministros de ayer no se supo que accedía a dicha solicitud de las Naciones Unidas-, la acusación pertinente ha sido la de insolidaridad. Ni los dos caminando junto al asno, ni el hijo montado y el padre a pie, ni viceversa; fuesen como fuesen, siempre había alguien dispuesto a denostarlos.

Somos muchos los que asistimos atónitos e impasibles a un circo mediático a costa de cualquier asunto. El ébola no supone un problema sanitario importante en ningún país avanzado. De hecho ni siquiera es un problema más grave que otros en tres países de África actualmente muy afectados por esta epidemia. El contagio del ébola es muy difícil. Mucho más que el dengue o la malaria. Hace falta un contacto directo entre una persona que ya ha desarrollado la enfermedad y otra sana. Tampoco es mortal en todos los casos. Incluso en las zonas de África afectadas por la epidemia, donde la asistencia sanitaria ha sido muy precaria tanto para la prevención como para el tratamiento, sólo fallecen la mitad de las personas infectadas. Las casi 5.000 víctimas que han fallecido hasta ahora en ese continente suponen una tragedia humana, sin duda, pero en ningún caso una catástrofe mayor que la provocada por otras enfermedades también endémicas en esos países, por no hablar de los miles de muertos que causan cada año las hambrunas.

Los problemas de África son mucho más numerosos y trágicos aunque rara vez se ocupen de ellos esos mismos medios de comunicación, tan alarmados ahora con un caso de ébola en Madrid y un contagiado en Tenerife que afortunadamente, según los primeros análisis, no padece esta enfermedad sino malaria. Periódicos, radios y televisiones para los que siempre ha sido más importante que mueran diez personas en España en un accidente de carretera que cien en África por cualquier causa. La muerte de diez españoles proporciona titulares a cinco columnas; sobre todo si se puede culpar al Gobierno del asunto. Al centenar de africanos, en cambio, los despachan con una noticia pequeña a pie de página, salvo que el deceso de todos ellos también permita culpar al Gobierno de lo que sea.

En definitiva, no hay ningún problema catastrófico a cuenta del ébola. No nos vamos a quedar sin turismo ni por un caso, ni por diez. Es una enfermedad peligrosa pero perfectamente controlable. Cada año mueren en España más de 1.000 personas -algunos expertos elevan la cifra hasta 4.000- por la gripe estacional; una enfermedad también vírica que se contagia por un simple estornudo. No sigamos alarmando desde la ignorancia.

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