Una concejala del Puerto de la Cruz se saca un lote de productos de perfumería en una rifa benéfica. Y en vez de rechazar el premio y que lo sortearan otra vez, lo acepta. Bueno, está en su derecho, pero no me parece bien tampoco.

Pero cuando llega a su casa se empeña en que el perfume que contiene el lote no le gusta. Y al día siguiente se dirige a la perfumería que ha donado los productos con intención de cambiarlo. Ya empezamos y seguimos mal.

La empleada le dice que lo siente mucho, pero que se trata de un lote cerrado y que no se permiten cambios y más en un regalo benéfico, que no le ha costado nada a su dueña.

La edil se enfurece y tira sobre el mostrador el perfume, muy cabreada. No conforme con esto, llama a la dueña del establecimiento para recriminarle la actitud de la encargada, cuando fue la concejala quien demostró muy malas maneras -y hay varios testigos, entre otros las compañeras de la encargada de la perfumería-.

¿Solución?, no hacerle ni puto caso a la mal educada concejala y cortar la donación de premios para las rifas benéficas. Podría dar el nombre de la edil, pero no vale la pena cargar las tintas. Sólo decirle que la mujer -y el hombre, claro- que ocupa un cargo público no solo tiene que ser educada sino también parecerlo.

Además, las empleadas de la perfumería, y su propietaria, que tenían un buen concepto de esta señora, ya no lo tienen. Por caprichosa y mentecata, ya ven.

Hombre, estas cosas pueden parecer anecdóticas y de poca trascendencia para ocupar un artículo como éste, que generalmente habla de política y que profundiza en algunos temas supuestamente más serios. Pero me dio rabia cuando me contaron esto y, sobre todo, el intento de humillación hacia una persona conocida en el Puerto y tan amable como la responsable de esta perfumería, cuyo nombre tampoco ofrecemos porque no es cosa de regalar la publicidad.

Más humildad, mi niña, señora concejala, y más ser persona y no maleducada. Los gritos fueron desagradables y la actitud también, así que lo mejor es que cojas, te llegues a la tienda y les pidas perdón a las personas a las que humillaste, valiéndote de tu condición de concejal. Seguramente así podrás borrar el mal concepto que dejas atrás y creo que no es la primera vez. Lo malo de esto tan pequeño es que nos conocemos todos. O lo bueno, quién sabe.