Es una buena noticia que Canarias haya recuperado durante el pasado año los ingresos por turismo que tenían las Islas antes de que empezara la crisis. Una prueba más de que poco a poco estamos dejando atrás la angustiosa recesión que padecemos desde finales de 2007. Según datos dados a conocer ayer por el viceconsejero de Turismo del Gobierno de Canarias, el PIB turístico en 2008 fue de 12.458 millones de euros, mientras que en 2013 se situó en 12.583 millones. La parte mala de la noticia es que en este período se han perdido 42.000 puestos de trabajo turísticos. Nada menos que el 14 por ciento de la fuerza laboral del sector, incluso contando con que el turismo genera ahora mismo el 31,2% del PIB regional, el 35,2% del empleo y aporta el 33,4% de los impuestos que se pagan en las Islas; unos 1.524 millones de euros. Como recogemos también en la noticia sobre este tema incluida en la edición de hoy, los principales países emisores de los turistas que vienen a Canarias son el Reino Unido y Alemania. Británicos y alemanes fueron, asimismo, quienes más consumieron en las Islas a lo largo del pasado año. El viceconsejero, Ricardo Fernández de la Puente, también destacó ayer el aumento en las llegadas de turistas suecos, noruegos, belgas, franceses y rusos.

Datos, insistimos, no solo muy buenos sino también muy esperanzadores, salvo por el ya citado borrón de los puestos de trabajo. Si ni siquiera con estos niveles de ocupación y de gasto por turista conseguimos aproximarnos a los niveles de empleo que existían a finales de 2007, momento que se toma como referencia para el inicio de la crisis, difícilmente podemos esperar que este sector nos resuelva el problema de 350.000 parados en el Archipiélago. Una observación que tampoco es nueva, pues la llevamos repitiendo desde hace mucho tiempo, con la circunstancia añadida de que no somos los únicos en apuntarla.

Salta a la vista que Canarias no puede vivir sin su pujante sector turístico pero tampoco vamos a poder subsistir únicamente con el turismo. Si no encontramos otras actividades económicas capaces de crear empleo masivo arrastraremos sine die la pesada carga de cientos de miles de personas en paro. Un agujero insostenible en las cuentas autonómicas y un drama para miles y miles de familias porque, para abundamiento de males, casi la mitad de los desempleados que hay en las Islas no reciben ya ninguna prestación. Hablamos de familias que sobreviven con el auxilio de parientes y conocidos. Muchas de ellas -cuánto rubor nos causa tener que recordarlo- han de ponerse cada día en las colas de una institución de beneficencia para comer. Familias cuyos hijos tienen que alimentarse en las escuelas debido a las carencias existentes en sus hogares.

Este es el gran problema de Canarias. Una calamidad cuya solución -también de eso cada vez estamos más convencidos- supera el ámbito de cualquiera de los partidos políticos que hoy por hoy aspiran al poder en esta Comunidad autónoma. Por eso, lo decíamos ayer y lo repetimos hoy, se nos ponen los pelos de punta al oír declaraciones de unos y otros excluyendo de antemano cualquier pacto postelectoral. Ni siquiera podemos esperar a las elecciones para que los políticos se pongan de acuerdo en las medidas para resolver este problema esencial que es el paro. Hay que actuar ahora mismo porque la situación social y personal de esos parados, de todas esas familias sin ingresos, se está deteriorando rápidamente.

Ha empezado la recuperación. De eso no hay duda. Pero se trata de un crecimiento demasiado lento para que se vean sus efectos en el empleo a corto plazo. No podemos caer en una suicida complacencia porque unos pocos datos, más bien relacionados con la macroeconomía, empiecen a ser positivos y porque el turismo siga batiendo récords de visitantes, así como de consumo de esos visitantes, mes tras mes. Además, uno de los principales países emisores -Alemania- está registrando un parón en su economía. Si esa desaceleración se torna en recesión, y si esta se extiende al resto de Europa, entraremos en una situación sumamente delicada.

La conclusión es que cuenta, y cuenta mucho, cada puesto de trabajo que se pueda generar en estas Islas. O aparcan los políticos unas rivalidades absurdas -muchas veces asistimos en el Parlamento a peleas propias de niños-, o esto no se arregla.