Resulta que a nuestro presidente del Gobierno parece que le ha dado por acercarse a la iniciativa por la que tanto luchó en su día don José con su línea editorial, y que ahora continúa su hija. También el nacionalista Juan Manuel García Ramos busca una independencia laxa, "sí pero no", y otros más contundentes, como Hilario Rodríguez, afirman que creen en ella. Entre todos podrían llenar una guagua aunque posiblemente para completarla haya que esperar a algún pasajero, y como parece que todo el mundo tiene derecho a opinar, pues ahí va mi sentir.

Me considero canario, español y europeo, por tanto digo contundentemente no a una independencia y lo razono. Hijo de militar, nací en el 36 en Las Palmas. A los tres años vine a Tenerife y a los seis me llevaron a la península, de donde regresé con diecisiete años en el 53, coincidiendo con el fallecimiento de mi padre, oriundo de un pueblecito de Jaén. Con mi madre tinerfeña volvimos los nueve hermanos, una prole enorme que dejó huella en la tierra del "ronquío", pues, pasados tantos años, aún conservo amistades de la infancia y juventud. Mi vida está compartida por la nostalgia y los buenos recuerdos, pero llevo en Tenerife sesenta y un años y la considero mi tierra porque le he dado cuanto he podido, once años luchando por Aspronte, media vida dedicada a la ópera, la zarzuela y el Patronato de la Música, una década colaborando con las organizaciones empresariales, ocho años en la Cámara de Comercio, y otras tantas actividades en las que he invertido mi tiempo libre desinteresadamente.

Tras la larga trayectoria, mi pensamiento político ha ido variando hasta desconocer lo que pienso y convertirme en un indeciso, pero puedo aportar mis vivencias de las distintas situaciones políticas, empezando porque viví la llamada "oprobiosa", de la que no recuerdo que fueran malos tiempos, pues nadie me persiguió, no me sentí sometido, y me permitió crear una familia en libertad con los apuros y dificultades de la época, por lo que no guardo odio ni rencor, y doy gracias a la tierra por lo que me ha dado, pues conozco nuestros rincones isleños, los modismos, la idiosincrasia... y disfruto por igual de una folía que de una marcha militar con sus trompetas y tambores, y me levanta el ánimo una isa o una seguidilla.

En la década de los cincuenta los jóvenes pensábamos en marcharnos, pues en esta tierra cundían el desánimo, la pobreza y las dificultades. Cuando viajábamos en Madrid teníamos que pasar aduana y nos trataban como extranjeros. Hoy somos una comunidad autónoma con una enorme independencia, más que la que tiene Escocia. No hemos sabido aprovecharla y los distintos gobernantes no han dado la talla, ese es el verdadero problema. Si quieren independencia, ¿de dónde sacarán la materia gris y los recursos? ¿Quién nos defenderá? Y ¿para qué queremos la independencia? Geográficamente, para la bueno y para lo malo estamos en mitad de la nada, no somos ricos, y les recuerdo que hay hambre física. Y si no pregunten en Cáritas.

Las Islas perdieron su tren cuando los altísimos decidieron dejar los puertos francos. Entonces nos apabullaron con dinero de Europa, con los que abrimos zanjas e hicimos bellos parterres de plantas, que poco después rompimos para que pasara el tranvía, y así se fue el dinero, en obras sin sentido con las que ni siquiera han logrado hacer lo fundamental, cerrar el anillo insular y que la isla esté bien comunicada. Las magníficas estructuras hoteleras están en manos de catalanes, mallorquines y extranjeros, y las lluvias torrenciales hacen intransitable una capital que además presume de estar viva. Culpables todos.

Los derechos históricos nos hubiesen dado libertad y competencias propias, y posiblemente con inteligencia y sin perder las relaciones con el Estado y la monarquía parlamentaria, se podrían haber gestionado mejor todas las competencias. Tristemente, solo unos pocos defendimos aquellos ideales. Ahora se presenta la oportunidad de resolver el problema energético y ochenta mil personas vociferan "no a las prospecciones", los mismos del no al puerto de Granadilla y otras estructuras. Esto no tiene remedio, dejen la fiesta en paz, y no olviden que el moro siempre está al acecho, es traidor y poco fiable.

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