No está concebida para un lugar especial, de hecho alberga un espíritu itinerante, pero su presencia no pasa inadvertida para quienes se acercan al entorno del lago de la santacrucera plaza de España, al menos hasta el 4 de noviembre.

Los turistas que desembarcan de los cruceros que atracan en la bahía capitalina son espectadores asiduos y también los niños. "¡Mira, mamá", gritaba una pequeña sorprendida por el fulgor metálico de aquel árbol, no, de esa figura humana.

La escultura "Lo llevo bien", de Julio Nieto -que también pudo haberse llamado "Atlas" o "El árbol de las emociones"-, se integra de manera natural en la trama urbana: "La calle es la mejor sala de exposiciones; no establece diferencias de clase, ni margina por razón de edad o sexo y admite cualquier horario de visita", según destaca el artista, quien todas las mañanas establece una relación de complicidad con su obra cuando se acerca hasta el alcorque a regarla, como un elemento vivo, y le susurra. "¿Dónde vas a estar mejor que aquí?".

La escultura, que tiene un peso de 450 kilos y descansa sobre una base de dos metros de ancho y de alto, está elaborada en acero galvanizado y puntos de soldadura, una técnica que exige un "minucioso trabajo" donde se combina lo industrial con lo artesanal, un proyecto en el que participó la empresa Bonnet y que para Julio Nieto ha representando "todo un ejercicio de paciencia", en el que ha estado inmerso prácticamente un año.

Desde la distancia, la escultura asemeja la silueta de un árbol de tronco torcido, pero a medida que se recorta la distancia va surgiendo una figura humana, de proporciones hercúleas y que hasta en su escorzo recuerda a un Cristo, con los brazos abiertos, las piernas cruzadas y la cabeza recostada sobre el pecho en señal de esfuerzo.

El personaje, que simboliza a cualquier ser humano, sostiene ideas y comentarios, reflexiones, pensamientos y aunque resulte un peso añadido, el acto de compartir esa carga que pende sobre su cabeza le procura un aspecto liviano: la aceptación de su conciencia.

"Sobre las 10:30 de la mañana, la luz que incide sobre la figura le procura un aspecto especial y por la noche, proyecta y lo refleja todo", detalla Julio Nieto, quien no descansa en buscar signos de vida en un elemento aparentemente inanimado. "Un día le puse cubitos de hielo sobre la cabeza y al instante comenzó a sudar".