Antes del mediodía de ayer, unos personajes poco habituales bullían por la calle de La Carrera. Muchos viandantes se preguntaban a qué se debía esa concentración de jóvenes que había convertido la zona frente al teatro Leal en un hervidero de risas, voces y en plató improvisado para selfies.

La respuesta era simple. Un grupo de alumnos de 4º de la ESO de los centros La Salle San Ildefonso y Luther King vivía así los momentos previos a su "papel" como privilegiados espectadores de la representación del Juan Tenorio de Zorrilla a cargo de la compañía Timaginas Teatro. Y es que los nervios no eran exclusivos de los artistas.

Entre bastidores, la directora de la compañía, María Rodríguez, aseguraba que se sentían "encantados de actuar ante estudiantes" y hacerlo con un libreto clásico y en versión original, que viene a ser "un culebrón muy bien contado".

Además, cuando el "historicismo" está tan de moda, con series de éxito como "Juego de Tronos", la respuesta de un público tan "particular" a una obra de época, con siete decorados diferentes y escenas de armas, debe ser la de la interactuación.

Pero como toda obra dramática, la de ayer también representó un conflicto humano: el de la inquietud propia de los jóvenes espectadores removiéndose en sus butacas, ante el grupo de profesores que intentaba acallar comentarios y exigía silencio.

No resulta fácil mantener la atención de un grupo heterogéneo durante casi dos horas de espectáculo y, más aún, con una obra clásica, donde el encadenamiento de los diálogos en verso, y en castellano antiguo, se traduce en pasajes de compleja comprensión.

Lo cierto es que bastó que se alzara el telón para, tras un instante de murmullos y del habitual tránsito de personaje por la escena, el propio desarrollo de la obra fuera marcando las pautas y asomando una respetuosa expectación.

Desde el inicio, el personaje del criado del Tenorio -hijo del murguero Manolo Peña-, con sus entrecortadas risas, sus comentarios jocosos y sus gags causó la hilaridad del público. Al término de la representación, una chica le aseguraba a otra compañera mientras abandonaban la sala . "Aquel, el gracioso, es amigo de mi hermano".

Los sucesivos cambios de decorado iban transportando el tiempo narrativo. Para entonces, don Juan Tenorio y la ingenua y dulce doña Inés -que se estrena este año en el papel- ya habían capitalizado la escena.

En el descanso previo al desenlace, dos jovencitas afirmaban conocer el famoso: "¿No es cierto ángel de amor..,?". Nunca habían visto la obra y estaban emocionadas por su "perfil amoroso".

La lectura de los chicos apuntaba a otras "luchas". El duelo con espada entre don Juan Tenorio y su rival, don Luis Mejía, comenzó en las tablas y acabó en el patio de butacas, arrancando una sonora ovación y vítores. "¡Bravo, bravo".

Las escenas donde se representaba a los muertos en diálogos con los vivos no pareció "conectar" con una juventud que observa esta realidad desde la distancia del tiempo. No obstante, uno de los jóvenes aconsejó a Tenorio en su diálogo con el fantasma del comendador, que le diera la vuelta al reloj de arena para así aumentar su expectativa de vida.

El final, marcado por la tragedia de la muerte, no pasó de ser una escena más. Telón y ovación.

Ahora, les corresponde a estos estudiantes y privilegiados espectadores la tarea de aplicar la excelente herramienta didáctica que ha supuesto el texto teatral de Zorrilla al análisis de una realidad: las relaciones amorosas.

Y es que los clásicos muestran valores universales.