Se atribuye a Shakespeare la cita, muy usada en los últimos tiempos, "un cielo cargado no se descarga sin tormenta". El sentido común nos dice que, cuando nos encontramos en medio de una tempestad, no podemos esperar a que escampe para tomar decisiones que resuelvan la situación y, además, sean duraderas. Y la economía, como la meteorología, no es una ciencia exacta.

Los augurios optimistas del último informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) se han visto ensombrecidos, solo unos días después de hacerse públicos, por los nubarrones que hoy cubren el espacio europeo ante el temor de que haya una nueva recesión. De ahí la necesidad de que esta crisis económica, que ya se nos antoja interminable, pero que tendrá fin, sea aprovechada para que Canarias acometa el desafío de un cambio basado en la diversificación, la inversión en capital humano, la formación y la excelencia.

No es un reto sencillo en un espacio económico globalizado, pero se trata de una meta que debemos afrontar con realismo y optimismo, buscando soluciones, desterrando la desconfianza, creando nuevas oportunidades e impulsando vías para la reactivación económica y, de manera consecuente, la creación de empleo. En definitiva, el próximo mandato requiere de una ruta hacia un nuevo modelo para garantizar un futuro de progreso y dotar de un mayor valor añadido nuestras fortalezas.

La solución está en las nuevas ideas y en las pequeñas medidas, porque aquí no hay recetas mágicas. Serán esas nuevas ideas, esas pequeñas medidas las que nos ayudarán a hacer más con los mismos recursos.

Son muchas las actividades que podrían generar empleo de calidad y propiciar el nuevo modelo productivo que necesita la economía canaria, además de la reorientación de los sectores que más paro han dejado por el camino, como el de la construcción. Actividades como la investigación, el desarrollo tecnológico, la innovación aplicada a la producción, las energías limpias, la astrofísica, aquellos proyectos que nos permitan ser pioneros en el desarrollo turístico, la producción de agua, la agricultura ecológica y sostenible, el impulso de un sector industrial que sea líder en el Atlántico medio, y aquellas experiencias que podamos exportar a los países de nuestro entorno geográfico.

Lamentarse no es suficiente. Tenemos que abrir vías de diálogo para que el Gobierno del Estado entienda y acepte las reglas que amparan y protegen a nuestro territorio a través de nuestro Régimen Económico y Fiscal. Y tenemos que sumar fuerzas en el seno de la Unión Europea para dar un giro a las frenéticas y desmedidas políticas de austeridad. El ritmo de reducción del déficit debe ser compatible con el crecimiento.

Debemos realizar no solo una nueva transición política acorde con la demanda de cambio, sino también económica. La transición hacia una economía más competitiva, ligada estrechamente a la educación, en la que el mérito, el trabajo y la innovación sean la vía para incentivar el empleo, crear riqueza y un modelo más humano y, al tiempo, más eficiente.

Una nueva economía requiere nuevos instrumentos económicos, pero también un nuevo modelo social, más solidario, más efectivo en igualdad y derechos. Un modelo en el que todos tengamos cabida y nadie sea excluido. Un modelo en el que todos tengamos derecho a una oportunidad.

Nuestros compromisos con la ciudadanía son firmes y no se van a quedar en palabras.

Queremos crear un espacio económico más robusto, que sea un referente en nuestro entorno geográfico, pionero en energías sostenibles, en calidad turística, en la integración del hombre en la naturaleza, además de una plataforma de transporte, comercio y cooperación entre tres continentes. Tenemos las herramientas, la ilusión y las ganas de hacerlo.

Cambiar es un desafío y, en este equipo, estamos preparados para acometerlo.