La pregunta -"¿usted ha visto alguna vez funcionar estas escaleras mecánicas?"- suscita sorpresa entre los numerosos transeúntes del céntrico puente Galcerán y da pie a una rápida respuesta: "No, están así desde que las pusieron". Sin embargo, fuentes del Ayuntamiento de Santa Cruz aseguran, con base en un informe técnico elaborado esta misma semana, que las escaleras no solo funcionan sino que su mecanismo es revisado prácticamente a diario.

El problema, apuntan estas fuentes, es que "supuestamente, alguien las detiene pulsando el botón de stop habilitado para casos de emergencia". Añaden que "el inspector municipal de la zona las revisa cada mañana y en caso de encontrarlas paradas cursa parte de incidencias a la empresa encargada del mantenimiento para que vuelva a ponerlas en marcha".

Por tanto se achaca al vandalismo el hecho de que no esté operativa esta instalación -costó unos 100.000 euros y su mantenimiento anual se cifra en otros 10.000- que formó parte del equipamiento de la obra del viario del barranco de Santos. Deben ser uno o varios vándalos persistentes porque bloquean el mecanismo casi cada día. Además de invisibles, ya que vecinos y transeúntes habituales del puente no los han visto (ni al técnico tampoco).

La idea inicial era unir la cota de la ciudad con la del parque y los viarios previstos en el barranco de Santos. Con escaleras mecánicas para ayudar a las personas con escasa movilidad, sobre todo los mayores, y porque coincidían con zonas muy importantes para el futuro transporte público. Lo cierto es que esas expectativas no se han cumplido.

Las escaleras mecánicas del Galcerán nunca se inauguraron oficialmente, aunque se construyeron hace siete años y su teórico uso comenzó en 2010 con la apertura del viario. En julio de 2012 se planteó su retirada -habían dado algún susto al arrancar de improviso- por los actos vandálicos y la falta de civismo. Incluso, la Policía Local llegó a precintar el cuadro de electricidad ubicado en el barranco ante los robos y destrozos. Ni se levantaron ni se trasladaron, como pidieron varios colectivos, a otras zonas del municipio caso de Anaga.

Pero se quedaron y ahí siguen como una muestra de lo que se intentó hacer en el barranco de Santos y no cuajó. Igual que los ascensores, los miradores, casi todos los parques previstos o el centro de visitantes reconvertido en casa del Carnaval. Testigos de lo que pudo ser y no fue.