Me contó que hace unos días vivió una experiencia en México que lo dejó impresionado; que más de diez mil personas se habían reunido en una plaza para escuchar gratis poesía durante la celebración de la festividad de Todos los Santos. Luis Eduardo Aute (1943) aterrizó ayer a Tenerife desorientado por un "jet lag" y un eco informativo que no se ha movido ni un solo milímetro de la realidad que abandonó en España antes de activar una gira por América que duró dos meses. "Todo sigue igual; cada día aparece un corrupto nuevo, la crisis con Cataluña no se ha rebajado y lo que unos apuntan como una ligera mejoría económica para otros no supone ningún avance... Todo sigue igual", dijo el cantautor, pintor y director de cine filipino antes de participar anoche en CajaCanarias en la última parada del ciclo "El mundo que queremos".

¿El mundo cultural continúa en pleno retroceso?

El mundo de qué...

¿De la cultura?

De qué...

Entiendo, para usted la cultura ha dejado de existir, ¿no?

De qué cosa... Eso ya no existe o tienen la clara intención de que desaparezca. Todas las armas se nos han puesto en contra y eso es algo muy inquietante. Sobre todo, porque un país que no tiene un trasfondo cultural no es país ni es nada. Esto es como un gran circo dócil en el que todo está en manos del entrenador de las fieras.

¿Pero alguien que lleva casi seis décadas en este negocio ha tenido que vivir muchas crisis?

Ninguna tan voraz como esta. Cuando ha habido alguna parecida el ámbito cultural era un gran referente al que agarrarse. No recuerdo haber vivido una espiral tan destructiva en contra de la cultura. La temperatura de estos tiempos nos es completamente adversa. Mucho deporte y poca cultura... El mundo tecnológico está abdicando a los jóvenes hasta desterrar cualquier posibilidad, aunque sea mínima, que los lleve al conocimiento.

¿Tan negro está el panorama?

Hoy en día vivimos al servicio de la sociedad de la información y no del conocimiento. El mundo tecnológico únicamente se preocupa por recabar la mayor información posible de todo sin aproximarse al conocimiento.

¿Hay quien piensa que a los cantautores de hoy les falta sangre; el compromiso social que transmitieron artistas como usted?

La llamada canción de autor coincidió en un tiempo, en el final de la década de los sesenta, en el que se dieron distintos procesos convulsivos en el mundo. Pero todo eso fue una coincidencia, no es que surgiera este género como una necesidad para manifestarse en contra de aquellas situaciones. Estados Unidos estaba en guerra con Vietnam, aquí nos amordazaba el franquismo, Francia padecía los efectos de la postguerra, en América Latina se multiplicaban las dictaduras. Ese caldo de cultivo sirvió de pretexto para que algunos autores manifestaran su enfrentamiento y desencuentro con los poderosos. Sin embargo, ese no fue el motivo por el que yo me propuse la aventura de escribir canciones.

¿Y cuáles fueron los motivos le llevaron a la composición?

Descubrir que la canción era el único medio más o menos masivo por el cual se podía sensibilizar a la gente en ese espacio cultural. Yo solamente quería rescatar un género que los poetas y los letristas consideraban un subgénero, ya que para ellos éramos como las asistentas del arte.

No sé si la palabra es desprecio o falta de cariño, pero a este género tradicionalmente se le negó el pan y la sal, ¿no?

Siempre pensé que la canción de autor no se había posicionado en el sitio que le correspondía, ya que podía estar perfectamente en el mismo lugar en el que estaban otras artes o incluso en un nivel superior. Para mí una canción es construir en 3 o 4 minutos una obra de arte. Mi intención siempre fue intentar crear buenas historias que tuvieran una dignidad poética y musical.

¿Echa de menos esa dignidad en el panorama musical actual?

Yo no soy nada sectario y creo que en este mundo debe haber un poco de todo... Me preocupa más hacerlo bien y no tanto ver por qué otros no le dan un buen uso a la música, pero tenía la esperanza de que eso iba a mejorar con el paso del tiempo. Me equivoqué. Cada vez se hace más basura frente a una música más minoritaria, o canción popular, que tiene otras pretensiones. A pesar de que el malestar es grande y profundo, hoy solo se hace un modelo militante o caótico. La nueva canción protesta, a pesar de que a mí no me gustan las etiquetas, la hacen los raperos. Debajo de esas rimas embrutecidas que adornan con insultos de todo tipo sí que hay algo de verdad. Por lo menos cuentan algo que otros no se atreven, o no saben decir, con música.

¿El artista siempre ha estado un poco desnudo?

El concepto artista me asusta... ¿Quién es artista y quién no lo es? Esa desnudez no es nueva, pero le aseguro que tiene un aspecto positivo: yo no quiero los intereses bastardos que están fuera de la cultura. Creo que la independencia es muy necesaria, pero una cosa es la independencia y otra sentir el rechazo de los poderosos.

¿Cómo se vive ese aislamiento?

La palabra cultura asusta y lo intelectual lo han convertido en una patología que empieza a ser muy peligrosa.

¿En medio de esta fase involutiva, Luis Eduardo Aute volvería a repetir los pasos que le han traído hasta aquí?

Lo que ocurre es que yo no me metí; me metieron... No considero un trabajo pintar, hacer cine o escribir una canción. Esa es mi forma de vida natural y no sé hacer otra cosa.