El relato del Sáhara tal como se maneja en España constituye una de las mayores falacias de la reciente historia de España. Inasequibles al desaliento, los "amigos del pueblo saharaui" han falsificado los hechos por completo. Su vetusto e inmutable discurso siempre omite la Marcha Verde y la guerra (¡al margen de la ONU!) que estuvo en un tris de desencadenarse; o que en España no hubiera una sola manifestación (cuando ya había muchas) a favor de los saharauis.

La primera asociación de amigos es de enero de 1976. Son intelectuales encabezados por Julio Caro Baroja, autor del imprescindible "Estudios saharianos". Las falsedades son muy gruesas. Las más rentables para los "amigos del pueblo saharaui" a fin de involucrar al mayor número de españoles en su pulsión imaginaria, con el endoso de la "deuda histórica", son las patrañas de "potencia administradora" y el "abandono del Sáhara". España ni siquiera puede abandonar el Sáhara porque no le pertenece, carece de un derecho propio y originario sobre el territorio, sino vicario y delegado. En el proceso de autodeterminación, como debería saberse, solo manda la ONU, a la que España debe obedecer en todo momento (que por otro lado es lo que ansía). Tenía un encargo hasta la Marcha Verde para situaciones ordinarias de paz, no para excepcionales de guerra, como implicaba aquella marcha. Para que España no "abandonara" tenía que entrar en guerra con Marruecos. ¿Desde cuándo una potencia que es "administradora" por mandato internacional tiene soberanía para una guerra?

No abandonar el Sáhara hubiera supuesto tomar una iniciativa bélica al margen de las Naciones Unidas (que ni mandó "cascos azules") para frenar la Marcha Verde con la guerra automática con Marruecos, cuyos civiles penetran en el territorio, y por Mahbes el ejército. Todo ello en contra del mundo y de la sociedad española entera.

Así como los "tindufistas" siguen sin explicarnos la fórmula para no abandonar el Sáhara (qué había que hacer), los únicos que reconocen que hubieran ido a la guerra de depender de ellos son los militares de una dictadura, y posteriores amigos del Polisario. Estos militares (algunos historiadores) se han hartado de escribir libros sobre el Sáhara, partidistas muchos, descollando José Ramón Diego Aguirre.

La crisis abierta en noviembre de 1975 con la marcha verde marroquí sobre el Sáhara, coincidiendo con la agonía de Franco, y la total inhibición de los españoles ante la suerte del Sáhara hacen que la ONU inste a Marruecos, Mauritania y España a adoptar acuerdos que pongan fin a la candente situación. Son los Acuerdos de Madrid. La considerada "traición" es obra de la ONU, que incluso los refrenda el 10-12-1975 en la Asamblea General, además con dos resoluciones: las 3458 A y B, auspiciadas por Marruecos una y los amigos del Sáhara otra. Solo una considera la responsabilidad de España como potencia administradora, pero ninguna reprueba, condena o invalida los Acuerdos de Madrid. Esta aceptación tácita la defenderá siempre Marruecos, en lo que coinciden también Eric Jenssens, jefe de la Minurso, y la profesora Paula Oliver, entre otros autores.

La ONU convalidó los acuerdos, ya que no los condenó, ni siquiera simbólicamente. Lo único que se mantuvo fue la necesidad de descolonización. Con una de las resoluciones que responsabiliza en abstracto a España de algo que no condena y menos anula, España desaparece por completo de escena para siempre.

El acuerdo de paz de Argel de 1979 entre Mauritania y la RASD, permite a ésta el mayor acto de soberanía: la obtención de Río de Oro, ocupado por Marruecos después. En 1982 entra en la OUA, sin que tampoco nadie pregunte por la "potencia administradora".