Había dudas. Y muchas. Durante los últimos días, el mapa meteorológico se había convertido en la gran obsesión de algunos representantes municipales. Era normal. Tras la suspensión de la pasada semana, el tiempo volvía a amenazar a la que, sin lugar a dudas, se ha convertido ya en una de las marcas más significativas de La Laguna: su Noche en Blanco.

Y parte de la amenaza se cumplió. La fina pero constante lluvia que cayó sobre la ciudad durante casi toda la mañana deslució la parte diurna de una fiesta que bien podría definirse ya -aunque no guste por las tierras laguneras- como el carnaval, sin disfraz, de La Laguna.

El paraguas, el chubasquero y el gorro de lana se hicieron imprescindibles en estas primeras horas del día -paradójicamente, las primeras de la Noche en Blanco-, casualmente aquellas en las que el programa estaba centrado en los más pequeños.

Ellos fueron los que más sufrieron los efectos del tiempo. Y eso que algunos madrugaron tanto como un día de colegio.

Desde las 10:00 horas se podía ver ya a varios grupos de padres e hijos desfilando hacia aquellas calles en las que estaban preparadas las actividades. Otros, en cambio, prefirieron caminar sobre seguro y optaron por una vía alternativa, la del centro comercial.

A esas horas, las entradas a los grandes establecimientos del área metropolitana estaban al borde del colapso.

Pero como todo tiene su fin, la lluvia también paró. Tal vez surtió efecto el burofax enviado al cielo con el que ironizaron algunos miembros del ayuntamiento. O, quizás, quien ordenó el chorreo constante de la mañana también quiso sumarse a la explosión de la fiesta. Porque esta llegó.

Si hubiera que buscar un punto de inflexión, previa consulta de la previsión meteorológica, habría que situarlo en torno a las 19:00 horas. Aquí empezó la verdadera Noche en Blanco.

Quienes mejor pueden dar fe de ello son los muchos artistas callejeros a los que ayer les observaban los espectadores que suelen echar en falta durante la semana. Mimos, cantantes y malabaristas, entre otros, hicieron las delicias de un público, a esas horas ya numeroso, con ganas de entretenimiento.

"Da gusto caminar. A pesar de tanta gente se pasea con mucha tranquilidad", conversaba una señora con parte de su familia en pleno centro de la calle Herradores.

Una muestra más de lo que es la Noche en Blanco. El ambiente familiar, que ha definido la fiesta, se volvió a adueñar de las calles. Da igual que haya mucha gente. Que gran parte de ella sean niños. Hay espacio para todos.

Pasadas las 20:30, ya se había olvidado el frío y el agua era solo un mal recuerdo. El calor humano lo tapaba todo. Eso sí, los Autos Locos de Artea Teatro seguían "resbalando" por las calles de Aguere -para esto estaban locos- y los grandes insectos de la compañía Sarruga metían el miedo en el cuerpo a los más pequeños. Más de uno ironizó con aquello de que partieran de los Juzgados.

La fiesta estaba en plena ebullición. A esas horas -21:30- los más preocupados eran solo aquellos que seguían empeñados en buscar un aparcamiento cerca del mogollón. Eran muchos los coches en cola y estos sí que no estaban locos.

Para sus dueños, los más rezagados, quedaba todavía una larga noche blanca, negra, azul, roja... Ariel Rot para empezar. Luego ya se vería.

Y puede que en esta Noche en Blanco no se hayan cumplido las expectativas de asistencia, que los principales destinatarios de tan variada oferta no se hayan ido tan contentos y que los organizadores no estén al cien por cien satisfechos, pero de lo que no puede haber duda es de que esta noche no se puede acabar.