Un ir y venir de gentes marca el pulso de la calle del Castillo. Es viernes, víspera de festivo, y la tarde manda guiños a la noche. Los jóvenes, eternamente diferentes, se mueven entre las prisas de sus voces, detienen los ojos sobre los escaparates y formulan deseos canjeables por fantásticos regalos. Mientras, a las puertas del Círculo de Bellas Artes, un grupo señalado por otros tiempos y con un ritmo diferente aguarda para remontar las escaleras hacia la segunda planta -ciertamente el edificio requiere mejor y mayor accesibilidad- y convertirse así en el público del acto de presentación de "Ciudadano del viento y de los mares. Poesía y poética de Pedro García Cabrera" (Ediciones Idea), un trabajo hecho libro, obra del poeta y crítico Miguel Martinón.

Al también poeta y catedrático de Literatura Española de la Universidad de La Laguna, Andrés Sánchez Robayna, le corresponde oficiar como introductor y, además, asume el rol de convertirse en la voz del "otro", a partir de la fórmula de un diálogo abierto.

Así, y ante un auditorio casi familar -tal es el escenario habitual de las convocatorias culturales-, ambos estudiosos subrayan con trazo grueso lo "oportuna" que resulta esta obra, que Sánchez Robayna no duda en calificar de "espléndida", un "libro importante" y "el mejor trabajo de conjunto que se haya realizado sobre Pedro García Cabrera", una personalidad que definen como la de "un político que escribe versos".

Sánchez Robayna destaca de este trabajo que no suponga "una mera monografía", sino que se inscriba en la crónica de "un proceso cultural de más de cincuenta años" que enmarca la obra y la experiencia vital de García Cabrera en un "contexto immediato y mediato" que descubre la compleja y rica evolución del escritor.

Tras referirse a valiosos estudios "de análisis, de constantes", como el de Nilo Palenzuela, uno de los aciertos de Miguel Martinón, sobrio como su trabajo, lo representa, precisa Robayna, "haber sabido guardar la distancia crítica" y no convertir el estudio en una simple hagiografía. Tal es así que, en una de sus reflexiones, el autor se refiere a los romances que el escritor gomero dedica a las diferentes islas como "un tipo de poseía de lamentable tono menor".

Y tomando como referencia al dramaturgo y crítico literario T.S. Eliot, el catedrático universitario plantea que "la significación del escritor la da el tiempo" y, por tanto, sostiene que este libro no pudo haberse escrito antes, sino "sólo en este momento". Esta herramienta metodológica supone dar al corpus de cualquier obra un estado de tiempo suficiente para alcanzar su madurez -hasta un siglo propone Eliot- desde el cual elaborar y transcribir la obra literaria y mostrar "cómo la han recibido la crítica y los lectores".

Miguel Martinón señala el complejo y especial ciclo vital del poeta gomero, condicionado por el estallido de la Guerra Civil, el hecho sustancial de su militancia activa como hombre de izquierdas, haberse convertido en un preso, represaliado de la dictadura y vivir bajo la condición de "un desafecto del régimen". Estos rasgos explican, según manifiesta Martinón, que no se conozcan en detalle y con rigor ciertos episodios de su vida, celoso de su intimidad. Y de ahí, también, que lo defina con la imagen de "un político que escribe versos", desde la condición de una persona "integral" y comprometida con la transformación de la sociedad. Y asimismo esboza Martinón, junto a Sánchez Robayna, las dudas que le plantean la edición en 1987 de cuatro tomos, una antología sobre la vida y obra del poeta seis años después de su muerte, uno de los cuales, el tercero, contiene "textos inacabados del autor, que nunca dijo que pudieran publicarse", pero que vieron la luz sin su consentimiento. Otro carácter despiertan los trabajos que resultaron del congreso celebrado en 2005, coincidiendo con el centenario del nacimiento de Pedro García Cabrera, con una estupenda cronología de Nilo Palenzuela y estudios de Rafael Fernández, además de "interesantes aportaciones" de Domingo Gari y Maisa Navarro sobre el perfil político del poeta.

De fondo queda como poso amargo la refinada reflexión de Sánchez Robayna, quien lamenta el mal estado de la cultura en Canarias. "Nunca hemos estado tan bajos", sentencia, y acaso la necesidad de exiliarnos interiormente, sentir la presencia insuflada de la mar, meter la mano en el agua y repetir que la esperanza nos mantiene.