Después de media hora con más problemas que soluciones, Cervera decidió cambiar el orden que estableció en la pizarra. Álvaro tiene una gran capacidad para leer los partidos. No es la primera vez que arregla un descosido sobre la marcha con dos puntadas. Cuando el equipo estaba bastante perdido el entrenador recolocó a los cuatro jugadores de ataque y encontró en la velocidad de Suso el arma que desequilibró un partido que pintaba mal. El Tenerife había empezado con Uli por detrás de Aridane, Cristo en la banda izquierda y Suso en la derecha, a los que hay que sumar a Kike Rivero. O sea, casi la mitad del equipo era de ataque, de balón. Pero lo estaba pasando mal, porque no consiguió juntarse en torno a la pelota para empujar al Racing hacia su área. Al contrario, el equipo se abrió, las líneas se separaron demasiado y los dos pivotes se hundieron frente a la presión de un Racing que se mueve en bloque y sabe a lo que juega. Cada vez que los cántabros apretaban a Vitolo provocaban una pérdida y salían con cuatro o cinco elementos hacia arriba. En una de estas, Miguélez cabeceó al larguero (17'') e Iñaki perdonó en el rechace. El Tenerife, deslavazado, quemaba la pelota muy rápido, sin tiempo para recomponerse defensivamente y dejaba espacios que presagiaban lo peor, en especial en su costado izquierdo, descubierto cuando Cristo entraba por dentro para ayudar a crear. Este equipo es errático por naturaleza en partidos tan abiertos, mucho más acuciado por la situación que vive. Fue entonces, sobre el minuto 30, cuando Cervera decidió apostar por otra cosa: colocó a Suso al lado de Aridane, como delantero, cambió a Cristo a la derecha y retrasó a Dávila a la izquierda. Solo pasaron unos minutos hasta que Suso empezó a producir. Primero en un disparo desde la frontal que obligó a Mario a estrenarse y enviar a córner, y luego en otro remate que salió fuera por poco. En el último tramo de este primer tiempo, el Tenerife tuvo más tiempo el balón, eso le permitió juntar las líneas y recuperar la pelota más rápido, Uli y Cristo le dieron continuidad a la posesión en la zona de tres cuartos, Rivero y Vitolo ajustaron mejor hacia delante y se acabó el ida y vuelta; al Racing no le quedó más remedio que replegarse. La segunda mitad arrancó igual. Tanto que a los siete minutos el partido ya estaba encarrilado. A la vieja usanza, porque para que un jugador tan rápido como Suso haga estragos necesita de alguien que le favorezca y le de ventaja. Fue Aridane, el mismo que alimentaba a Ayoze Pérez, y de idéntica manera. Una prolongación del grancanario habilitó al tacuense que se metió delante de Saúl y este le derribó. El penalti lo transformó Vitolo para acabar con un mes de sequía. El Tenerife controló el partido sin grandes apuros hasta que llegó el sufrido descuento. Incluso pudo dejarlo sentenciado, con un chispazo de Uli Dávila, que se entonó, pero su disparo rozó el poste (63'') y, sobre todo, con otra galopada del protagonista de la tarde, nuevamente tras una prolongación de Aridane. Suso encaró escorado al portero y disparó muy cruzado (72''). Faltaban 20 minutos del final, precisamente, cuando Cervera metió a Aitor Sanz, que es como el abanderado del estilo. El público le recibió de forma muy cariñosa. Los futbolistas como él, los que juegan siempre, tienen pocas oportunidades para disfrutar de un plebiscito de estos en pleno partido. Con Aitor se atisbó un regreso general a la normalidad. Hasta Vitolo pareció quitarse una mochila de responsabilidad de su espalda, a pesar de que Rivero, ayer, fue de menos a más y cuajó una segunda parte notable. Pero Sanz cunde tanto que activa a todo el equipo a jugar a lo que mejor saben, a eso de apretar avanzados, hacer una presión alta, robar y atacar en velocidad. El Racing, que causó una buena impresión en todo lo que hizo hasta llegar al borde del área local, no perdió la fe. Solo estaba a un gol del objetivo y casi lo consigue. Los últimos minutos ganó terreno porque el espíritu de supervivencia hizo caminar al Tenerife hacia atrás. Los cántabros colgaron varios balones al área y, en un rechace encontraron su ocasión, a la que respondió Carlos con un paradón, abajo, junto al palo. El rechace del meta acabó en la red, pero en fuera de juego. Pasó el susto y puede que también la mala racha.