Basta su presencia para que de inmediato el ambiente se llene con un puñado de sonrisas. Manolo Vieira es capaz de convocar el buen humor y lo hace prácticamente sin abrir la boca (es un decir).

Lo comparan con el turrón, porque vuelve cada año a Tenerife por Navidad, según asegura "para brindarle al público del teatro Guimerá un pedazo de alegría". Y es que cuando tira de memoria calcula que desde hace más de 40 años no ha parado de cubrir la distancia que separa Gran Canaria de Tenerife (sin dobleces).

Ahora bien, pese al tiempo transcurrido sintiéndose un entusiasta de su trabajo y precisa que "en cualquier isla me considero, sobre todo, un canario". Y sobre su forma de ser vale la reflexión de un colega que ya murió, quien afirmaba que todos los cómicos morimos soltando una carcajada" Y suelta un Ja.

Para este artista, la cita anual en la Isla representa "un compromiso" y la respuesta a la "fidelidad de la gente" (las entradas se agotan), que lo acoge con un cariño especial. "Hasta en los sitios donde voy a comer me tratan de maravilla", afirma con su inconfundible tono después de elogiar la calidad de la gastronomía en Tenerife. "Da gusto trabajar (y comer) aquí".

En esta ocasión, trae como única muda un espectáculo que lleva por título "Sólo por reír", del que ayer interpretó dos funciones y que hoy, sábado, se completa con otros tantos pases, programados para las 20:00 y las 22:30 horas.

Vieira se muestra celoso del contenido de su actuación y no es proclive a desvelar el argumento. "Si fuera un cantante, cuanto más se pinchara mi canción, pues mucho mejor, pero un humorista es diferente; siempre nos guardamos cartas para sorprender", sostiene.

Y aunque no descubre el contenido, sí apunta pinceladas. Así, a lo largo de la aproximadamente hora y media de duración del espectáculo, el humorista avanza que mantiene el relato clásico de siempre donde aborda temas de actualidad. Esta vez se centra en su visión sobre la renovación de las infraestructuras hoteleras, que montó hace treinta años y a pesar de eso "su contenido se mantiene intacto; los mismos muebles, las mismas cortinas", ironizaba. Además, precisó que "de política no voy a hablar porque me pierdo. No faltaba sino que los escándalos me salpicaran a mí también", para a continuación soltar un gag. "Estoy contrariado porque no tengo una foto con el Pequeño Nicolás".

En su línea destacó que el inconfundible chaleco negro con el que se viste "sí es nuevo" y también que va a estar acompañado en escena por un timple, sin más. Un detalle con incertidumbre.

El espectáculo muestra un montaje sencillo, que se nutre de temas de actualidad y de esos rasgos invariables que definen la idiosincrasia de la gente corriente de las Islas, y que Manolo Vieira capta del natural: "Eso se logra a partir de la intención y la forma, del lenguaje verbal y el corporal. Y aunque sorprender resulta cada vez más difícil, me baso en observar el entorno, que para la mayoría de la gente pasa desapercibido, y entonces asimilarlo, adecuarlo a un registro humorístico y recordarlo cuando me subo al escenario". Y tomando los elementos de una paella como metáfora, destacaba que "aunque todos usemos los mismos ingredientes, al final cada una sabe diferente".

No ha variado su estilo. "Hago caracterizaciones, con un cierto perfil de caricatura, de personajes como el niño, un borracho, la doña, pero sin pintarme ni vestirme; en Carnavales sí lo suelo hacer", y que además acompaña de gestos, de silencios, con los que completa la puesta en escena.

En cuanto a la improvisación dice que "la mejor es la preparada", pero subraya que "cada función es única e irrepetible. No soy un cómico ortodoxo, ni entiendo a quienes interpretan gags y los exhiben en un vídeo". En este sentido, explica que durante el espectáculo puede aparecer una idea que toma de repente, pero siempre vuelve al hilo conductor.

De la aseveración de un filólogo que a propósito de las características del español hablado en Canarias señaló que los cómicos representan el grupo que mantiene la pervivencia de ciertos canarismos, Vieira comentó que este asunto que existe "un sector de cómicos de televisión que abusan de la "s" final, de igual manera que ciertos presentadores. Para mí resulta dificilísimo. No estoy en contra, pero entiendo que nuestra fonética nada tiene que ver con eso".

En cuanto al uso de los canarismos, precisó que "no me refiero a barbarismos, voces y modismos que proceden del castellano antiguo; me mantengo firme y no los abandonaré. En este espectáculo me refiero, por ejemplo, al sereto (entonces cambia la pronunciación parodiando a un peninsular) un cesto de mimbre y caña" (Sonríe).

De sus proyectos señala que "para 2015 espero seguir trabajando, grabar este espectáculo, sacar un DVD y no tener más hijos". Además, descubrió que le gustaría viajar, "salir de las Islas y más allá de la Península; conocer otros países".

No olvida que la crisis está ahí y "todos nos estamos reciclando. Un analítico estadounidense, no iba a ser de Icod, aseguró que la crisis acabará cuando nos acostumbremos. Ese día ni cené".