Llegada la tregua navideña de la Navidad, solían incrementarse las ofertas que acudían al mostrador de mi empresa. Junto a los habituales de artículos diversos, que venían atraídos por la reconocida fama que teníamos de buen poder adquisitivo, proponiéndonos máquinas fotográficas rusas, fruto del cambullón con la flota de Sovhispan, o relojes de bolsillo y prendas de abrigo, se sumaban las películas pornográficas en 8 milímetros, de gran aceptación para la reprimida generación de la Dictadura. Todo un abanico variopinto en el que ponía su rúbrica el popular "Badita", vendiendo los preservativos de contrabando, algunos caducados, como recién salidos de fábrica y de su inseparable maletín. Tampoco se hacía ascos a los vendedores de loterías o de dulces artesanales, que solían aparecer al filo del sorteo o al medio día, atraídos por el ruido de nuestras hambrientas tripas.

Fue el caso que uno de ellos se dirigió a un compañero cántabro, recién venido de la Península, proponiéndole unas truchas. ¿Están frescas, preguntó? -Son de esta misma mañana, señor. -Pues empaquéteme dos docenas, que tengo invitados para esta noche. Yo se las dejo pagas y usted se las entrega a mi compañero, en lo que voy a comprar unas lonchas de jamón para prepararlas a la Navarra. Ya se imaginan ustedes la cara de asombro del vendedor, parecida a la que puso el cántabro cuando regresó con el jamón y abrió el paquete para ver el contenido.

Valga esta anécdota verídica para reivindicar nuestra idiosincrasia ante la permanente sordera de los dirigentes, que desde la piel de toro golpean una y otra vez nuestros legítimos derechos, como pilares de la riqueza multicultural de las diferentes regiones que conforman un Estado. Continuamente, percibimos los agravios comparativos a que nos someten, respecto de las peninsulares, pese a haber sido y ser puente de conexión con ultramar desde que presumíamos de Imperio. Incluso, casi ayer y aunque muchos lo ignoren, fuimos fruto apetecido por las potencias rivales en plena Segunda Guerra Mundial, pues más de una vez planearon indistintamente invadirnos por nuestra situación estratégica frente a tres continentes.

Es por ello que, pese a todo, seguimos sin entender cómo un ministro canario de Industria, Energía y Turismo, tres pilares vitales para nuestra supervivencia, se inhibe cuando le preguntan -ante la carencia de transporte ferroviario- por la bajada del precio del combustible, y la distinta vara de medir respecto a las prospecciones de Repsol; o le reclaman la deuda por el continuo recorte presupuestario del Gobierno central. Entendemos que muchos peninsulares resulten insensibles con nuestros problemas, pero lo que no tiene perdón es que nuestros paisanos, miembros del partido gobernante, se inhiban de trasgredir su disciplina de voto para defender a quienes les eligieron; como ha sido el caso de votar en contra de un incremento para concluir nuestras carreteras -que sí aprobaron para Galicia-. Que una cosa es ser un "batata" por ignorancia, como en la anécdota del cántabro, y otra muy diferente es serlo a conciencia.

jcvmonteverde@hotmail.com