En las Islas Canarias tenemos algo más de un millón de personas considerados clase activa, es decir, en disposición de trabajar. De ellos hay 350.000 que no encuentran trabajo a pesar de buscarlo y de los que alrededor de 160.000 cobran de los fondos de desempleo. De los 700.000 que trabajan, unos 130.000 lo hacen para las administraciones, con lo que cobran también del erario público. Y a eso hay que añadir unas 290.000 pensiones. Si se ponen a sumar las personas que dependen de fondos públicos (salarios, subsidios o pensiones), la cifra escalofriante asciende a bastantes más de medio millón. Tantos como los que están trabajando en el sector privado. Sólo un canario de cada dos está en disposición de trabajar. Sólo uno de cada cuatro tiene trabajo. Y también uno de cada cuatro percibe dinero del erario público.

Las autoridades de la Unión Europea han aprobado la última revisión del Régimen Económico y Fiscal de Canarias (REF), que ha sido saludado con las consiguientes salvas de ordenanza por la élite política y empresarial de Canarias y con la mayor indiferencia y pasotismo por los ciudadanos, que, inmensamente sabios, saben que para ellos el REF es como el que tiene tos y se rasca las nalgas y que mucho más importante es qué defensa saca el Tenerife.

Los que saben de economía dicen que el REF ha sido un instrumento fundamental para el desarrollo de Canarias. Si el desarrollo es haber llegado a las 350.000 almas en pena que buscan un trabajo y no lo encuentran (ni lo van a encontrar en su puñetera vida), tener una agricultura que se hunde en el PIB y una industria que va camino del patio de los cangrejos..., si ese es nuestro éxito..., pues a lo mejor podrían coger el REF, enrollarlo bien y probar, con el canuto resultante, a desatascarse las chimeneas. De la mente, me refiero.

En los años setenta, Antonio Carballo, un economista fantástico y un socialista canario sin complejos (de serlo) dijo que la Primera Ley de REF de 1972 era un asesinato de los fueros canarios, de sus puertos francos y de sus exenciones fiscales aduaneras y al consumo. Protestó contra lo que consideraba un error histórico. Antes de él, la burguesía de las islas había defendido con uñas y dientes sus fueros. Las broncas entre Canarias y Madrid eran frecuentes cuando algún político o funcionario de la villa y corte intentaba limitar o recortar las libertades comerciales de las islas. Canarias era, a efectos comerciales, una "nación extranjera", aunque a todos los demás efectos era de soberanía española. Y una cosa y la otra "son perfectamente compatibles", escribía la burguesía canaria en El Sol, en mayo de 1934, en una de esas frecuentes escaramuzas contra la contingentación de producciones de las islas acogidas desde 1850 al régimen de puertos francos decretado por Bravo Murillo.

Dicen, los que saben, que la fiscalidad en Canarias es hoy mucho menor que en la Península. Los que no sabemos nada sí que sabemos que nuestra cesta de la compra es de las más caras y nuestros sueldos son de los más bajos de España. Pues qué bien. Viva el REF si es lo que hay que decir. Pero yo insisto en que hay que ver de dónde le viene la tos al gato. Porque peor no puede estar el fotingo: no camina.