El realizador brasileño Bruno Barreto estrena el próximo 9 de enero "Luna en Brasil", un particular biopic sobre un trozo de la vida de Elizabeth Bishop que el cineasta se niega a definir así porque, en su opinión, la película habla, sobre todo, de la pérdida y la poeta sólo fue "una casualidad necesaria".

"Leí todos los poemas de Bishop, que no tiene una obra muy larga, y me di cuenta de que todos hablaban de la pérdida. Con todo, lo que más me atrajo de su historia fue cómo a su alrededor todos los papeles se cambiaban y eso era, sin duda, un terreno fértil para el drama", explica el director en conversación telefónica desde Nueva York, donde reside.

"Luna en Brasil", explica Barreto, comienza en 1951 y recorre quince años de la vida de Elizabeth Bishop, justo los que pasó en Brasil tratando de recuperar su inspiración; los mismos en los que vivió su más profunda historia de amor con la arquitecta carioca Lota de Macedo Soares, creadora del icónico Parque Flamingo de Río de Janeiro.

Una historia que va más allá del amor entre dos mujeres; un ''biopic'' atípico, señala Barreto, porque él "no quería hacer una película de lesbianas o para lesbianas, ni para un grupo pequeño de gente; quería algo que trascendiera".

El brasileño, hijo de los prestigiosos productores Lucy y Luiz Carlos Barreto, que ya compitió en los Óscar y en los Globos de Oro con "Última parada 174" (2008) y "Doña Flor y sus dos maridos" (1976), ha convencido en los "Goya" de su país al conseguir seis de los doce galardones a los que optaba, los más importantes, incluidos fotografía y vestuario.

Precisamente fue su madre quien encontró y compró los derechos de la novela "Flores raras", de Carmen L.Oliveira, aunque no fue hasta que oyó declamar a su ex mujer, la actriz estadounidense Amy Irving, un monólogo dedicado a Bishop cuando Barreto comprendió que debía contar esta historia de amor.

"Mi película se inspira en esa novela, pero hubo mucho más, otros seis u ocho libros que leímos y sobre todo, infinidad de entrevistas que hicimos a personas que las conocieron, que vivieron con ellas, como Rafael de Almeida Magallanes, secretario de Obras de Rio de Janeiro, o su hija Mónica, que en la cinta se llama Clara".

Contar este amor era "la prioridad" de Barreto, a quien nunca incomodaron las escenas explicitas de la relación amorosa entre ambas: "es que no importaba el sexo, no era el elemento principal, aunque no podía ignorarlo, pero hubiera dado igual: hombres, mujeres, hombres y mujeres...".

Barreto solo tiene palabras de elogio para sus actrices: sobre Miranda Otto dice que dio "un 500 por cien" para componer a Bishop y que nunca, en los 19 largometrajes de su carrera, ha visto trabajar a nadie "tan comprometido y tan obsesionado con un personaje".

"Fue muy valiente y me convenció de que no cayera en la ''trampa hollywoodiense'' de hacer a Bishop agradable, porque no lo era: debían quererla por su complejidad, y así fue", apunta Barreto.

Y de Gloria Pires (Lota), dice que "era imprescindible (...) de hecho, tuve que retrasar el rodaje por sus compromisos con la televisión, donde es un ídolo".

Hay otros dos personajes destacados en la cinta, el Brasil luminoso y abierto que arropa a estas mujeres y la increíble casa donde viven y de la que Lota ha diseñado cada milímetro.

"Era su santuario, su paraíso personal. Allí Elizabeth dejó que su poesía se impregnase de luz, colores y vida, con aquel derroche de sensibilidad visual, y Lota creaba y construía con la belleza y el ritmo de los poemas de Bishop", apunta Barreto.

En este punto, reconoce la influencia de la obra de Edward Hopper en la película, sobre todo los claroscuros "y el modo en el que elegimos lo que ver y lo que no ver y cómo no siempre nos damos cuenta de que se nos hizo tarde para ver algo que era evidente".

"Lota, el poder, la resolución y la fuerza y Elizabeth, la biolaridad, el arte y la disfuncionalidad", resume.

"Yo soy un contador de historias, como cuando los padres narran cuentos a los hijos antes de dormir, esa es mi misión, y mi debilidad", confiesa Barreto, convencido de que hoy cualquier realidad que asalta los hogares a través de la televisión es "mucho más absurda y más increíble que cualquier ficción".