El constructor de Tejeda, Ambrosio Jiménez Quintana, es un filón en lo que a producción de anécdotas, cargadas de un cautivador surrealismo. En cierta ocasión me lo encuentro en el ya derruido Palacio de Justicia, al que han sustituido por una descomunal caja de bombones de cemento visto, y me dice entre abatido y preocupado: "Mira Olivita -como así le gustaba llamarme-, ayer recibí una carta del Ayuntamiento de La Laguna que todavía no me he atrevido a abrir", y le contesto: "Oye, Ambrosio, ¿y por qué sabes que es del Ayuntamiento?", remachándome y dejándome en "off side": "Coño, porque en la parte de atrás estaba el nombrete".

Otro que no para de generar anécdotas fue mi abuelo paterno Juan Bautista Oliva. Un día, paseando por la plaza de la Catedral se cruza con tres jovencitas veinteañeras, lozanas y rabiosamente guapas. Al pasar junto a ellas mi abuelo ya tenía el piropo en la recámara y les suelta: "Ahí va la hermosura en tres tomos".

Paso a referirme a continuación al eximio e insigne letrado Antonio Cabrera Revilla, padre de mi buen amigo el abogado y diputado regional por el PP Miguel Cabrera y Pérez Camacho, por su madre, especializado en Derecho Fiscal y Tributario y profesor universitario en la Universidad lagunera. Hay una anécdota acaecida en el bufete del citado Cabrera Revilla cuyo protagonismo lo acaparó una cliente : "Mire, don Antonio, es que mi esposo está todo el día engrifado", y el letrado, que era la primera vez que oía la palabreja, le pregunta: "¿Qué es lo que quiere decir, que su marido tiene un comportamiento agresivo y que quizá eso es lo que hace que se le engrife el pelo?", acabando la cliente por decir: "No, don Antonio, que le manda a la grifa cosa fina". Al instante el abogado se percata de que era un problema de drogas, pues jamás había escuchado el adjetivo "engrifado" en relación con el narco.

Prosigo con un "golpe" que protagonizó mi padre hace algunos años, próximo ya a cumplirse el XX aniversario de su deceso, y que cada día está más próximo a mí y hasta pareciera que desde el Cielo guiase mis dedos sobre el teclado de mi máquina eléctrica de escribir e inspirándome constantemente. La anécdota aconteció en el Casino de La Laguna antes de un partido del Real Madrid-Barcelona, cuando al ir a sentarse en un sofá ya atestado de socios, uno le espeta: "Don Juan, no cabe", a lo que responde mi querido "viejo": "Pues cero al cociente".

Mi "viejo" no tendría un duro pero era rico en honorabilidad, educación y rectitud, que fue lo único que de él heredé, que no es poco, y los clientes que entraban a su despacho por primera vez no podían menos que exclamar: "Realmente este sí que es un despacho con solera".

Perlas: como sigue extraviado el auto del juez César Pamparacuatro, dictado en el llamado caso Corredor de Fernando Clavijo, es más que probable que la San Silvestre lagunera del día 31 de este mes se suspenda.

Hasta la próxima, no me fallen y el humor ha venido para quedarse.