Antes de escribir este comentario se me ocurrió consultar el diccionario de sinónimos que guardo en mi pequeña biblioteca. Al final he elegido la que figura como cabecera, puesto que el uso de enfado, rabia, coraje, cólera, enojo, ira, irritación o furor no implican una variación sustancial respecto a lo que expresa "indignación", así que vale esta. Sin embargo, a lo largo de mi vida he tenido infinidad de oportunidades para indignarme -y me he indignado-, pero pocas veces con tanta virulencia. Y creo que con razón al leer en EL DÍA que los residentes que vuelen ida y vuelta a Canarias en Navidad pagarán hasta 568 euros.

Mi indignación nace al preguntarme qué clase de gobierno puede permitir esta brutal subida de los pasajes que nos unen a la Península. Como suele decirse, hay que estar al loro para opinar sobre un asunto. No se puede -mejor, no se debe- emitir opiniones sin conocer a fondo el asunto, pero en este caso lo hago ante la falta de sensibilidad de nuestros políticos al permitir semejante tropelía. Es cierto que cada uno valora el servicio que presta y le pone el precio que quiere, pero el Gobierno está para impedir los abusos. No puede permitir que las compañías aéreas suban alegremente sus tarifas en estas fechas ninguneando al viajero que desea reencontrarse con sus familiares. Muchos, me consta, han suspendido los viajes que tenían previstos ante la imposibilidad que les supone enfrentarse a este gasto; no digamos si se trata de un matrimonio con hijos.

Luego habla el Gobierno del sentimiento de los canarios. Es lógico que en situaciones como esta nos sintamos invadidos por sentimientos de rechazo. No nos cabe en la cabeza que no se comprenda nuestra lejanía, que por supuesto no se ve compensada con el 50% de rebaja que gozamos los que aquí vivimos. Ayuda, por supuesto, pero no basta, sobre todo en situaciones como esta. No se dan cuenta -o no quieren darse cuenta- de que el alejamiento es algo que de alguna manera debe compensarse, que nuestro único modo de seguir unidos a la Península es el avión, por lo que el precio de los pasajes debe ser permanentemente vigilado para que no nos sintamos abandonados.

Cualquiera puede comprobar que un pasaje de ida y vuelta en tren Santander-Sevilla, uno de los recorridos más largos, no cuesta más de 200 euros, una cantidad muy alejada de la que tienen que abonar los canarios para "unirse" a la Península. Así se entienden nuestras constantes quejas ante el poder central, en este y otros aspectos, que servirían si se solucionaran para conseguir una convivencia pacífica, pues está visto que la influencia de los diputados y senadores de las islas en el Congreso y Senado, sujetos a las directrices de los partidos, de poco o nada sirven.

Con más razón que los catalanes o vascos, debido a la lejanía, los canarios podrían reclamar la independencia. Yo no soy de los que creen que ella solucionaría nuestras aspiraciones, ni muchísimo menos, pero está claro que el Estado tendría que "mimarnos", ser más consecuentes con lo que exigimos para lograr un mayor bienestar -¿hasta cuándo seguiremos con carreteras tercermundistas, con una sanidad en muchos aspectos lamentable, con unas comunicaciones aéreas y marítimas propias de países subdesarrollados, etc.?- y evitar esos brotes de inconformismo que con cierta frecuencia invaden nuestro entorno. Aunque el partido que esté en el poder, sea el que sea, pregone a los cuatro vientos que nuestras aspiraciones están siendo atendidas, nunca se les creerá. Ahí está el precio de los billetes aéreos para demostrarlo.