La vida es como ir sentado en un tren que acelera poco a poco hasta alcanzar una velocidad vertiginosa. Cuando eres joven los días pasan lenta y dulcemente. El tiempo se hace eterno para llegar a la edad de sacarte el carné de conducir, empezar a trabajar y sentirte "mayor". Luego avanza más rápido. Con el trabajo, la pareja, los compromisos... Y un día te das cuenta de que los días cruzan por tu vida como un paisaje borroso mientras miras al mundo, que pasa como una exhalación a través de la ventanilla de los días.

Este año ha sido como el paisaje fugaz de doce meses sin piedad. Nos hemos vuelto consumidores de comida rápida, de noticias rápidas, de emociones fuertes. Decía, con razón, Neruda, que es tan corto el amor y tan largo el olvido. Hemos amado y odiado a gentes que ya ni siquiera recordamos. En sólo un año les hemos amortizado. Ya nadie habla de aquel Wert que se quemó a lo bonzo con su ley de educación. Y fue este año. Ni de Gallardón, que se marchó ayer mismo y ya le hemos olvidado. El año en que volvimos a enterrar por segunda vez, esta vez de muerte física, a uno de los hombres del régimen franquista que nos guio hasta la democracia, Adolfo Suárez. Y yéndose él, acabó por marcharse también aquel ingrato y buen amigo, Juan Carlos I, el primer rey de la democracia, que anda ahora por las esquinas del olvido haciéndose no notar.

Los recuerdos son solo nombres que se pierden en la distancia. Como Botín, Isidoro Álvarez, la duquesa de Alba... En unos pocos meses les habremos olvidado. Como se olvidó Rajoy de su promesa a primeros de año de revisar el injusto sistema de financiación de Canarias. Ha sido el año de los referendos de Escocia y de Cataluña por su independencia. Ninguno de los dos les salió bien. Y el año de la bronca del petróleo entre Madrid y Canarias con el resultado de un pinchazo a cero, marcado por Repsol casi al final del partido. Pero si algo ha sido en política este 2014 es el año de la lotería para un grupo de anticapitalistas de universidad que acertaron con un producto llamado Podemos, capaz de recoger las aguas pluviales de la indignación, la frustración y la repulsa de millones de ciudadanos.

Las elecciones europeas fueron el primer latigazo de castigo a unos partidos políticos gestionados por incompetentes, vanidosos y mediocres líderes, más ocupados en su propio ombligo que en construir algo decente para un país en ruina y cinco millones de muertos laborales.

Ha sido un año más de pobreza para trabajadores y autónomos esquilmados por los impuestos que les desangran para alimentar a la poderosa burocracia, la nueva clase que habita en las enredaderas del Estado. El año de un REF desconocido y despreciado por gente a la que no le interesa nada que no sea el último gol de un chaval multimillonario vestido de blanco o blaugrana. El año del papa Francisco, que logra el acercamiento entre Estados Unidos y Cuba, para que los demócratas de Europa se horroricen de cómo se pueden tender puentes con una dictadura y lo comenten entre ellos a través de sus teléfonos fabricados en China. Ha sido el año en que Paulino Rivero perdió la batalla para repetir candidatura a la presidencia. En que surgen nuevas caras en los nacionalistas y socialistas canarios: Fernando Clavijo y Patricia Hernández. Lo joven se impone a lo viejo. Nadie quiere saber nada de los mayores. En el mercado de trabajo ya no hay sitio para ellos. En las residencias tampoco. Y las familias ya no son lo que eran. El tren va demasiado rápido. No cuesta nada olvidarles. Apenas un suspiro. Dentro de nada le diremos adiós al arrugado rostro del año viejo y celebraremos la llegada el año nuevo. Como dice el chiste, nunca olvido un rostro, pero contigo, 2014, haré una excepción.