Un país progresa democráticamente si soluciona cuestiones del día a día de los ciudadanos, al mismo tiempo que se enfrenta a las pendientes de resolver. Tras la dictadura franquista, España afrontó una Transición con la resistencia que poderes e intereses fácticos plantaron al cambio hacia una democracia que la gran mayoría de la sociedad española demandaba pacientemente durante muchos años, a la espera de la muerte del dictador y la dictadura que lo apoyaba. Sectores políticos, militares, policiales, eclesiásticos, judiciales, económicos y sociales mostraron pública preocupación ante la amenaza de la pérdida de privilegios que disfrutaban, no recatándose en todo tipo de conspiraciones para prolongar, y si fuera posible consolidar, el régimen antidemocrático franquista. Los disparos contra el Congreso de los Diputados el 23 de febrero de 1981, aun siendo una anécdota chapucera y vergonzosa a los ojos del mundo civilizado, hizo ver a todos los españoles de buena voluntad que el ruido de sables, del que tímidamente se hablaba, no era una broma, y exigía una solución contundente, llenándose las calles de manifestantes a favor de democracia y libertad.

Las elecciones y convivencia pacífica proporcionada por la Constitución de 1978 han permitido que los problemas se solucionen con debate, diálogo y votaciones en ayuntamientos, cabildos, parlamentos autonómicos y las Cortes Generales, instituciones soberanas donde está representada la voluntad mayoritaria. Ahora bien, tras casi cuarenta años de democracia, la percepción actual de los españoles considera el paro y la corrupción como las asignaturas pendientes más preocupantes de nuestra sociedad, y a pesar de que la persecución de la corrupción constata que algo está funcionando bien en la Justicia, que ha metido en la cárcel a personajes significativos, sin embargo, la falta de celeridad en su resolución, la prescripción de delitos no resueltos, las condenas insuficientes, la no devolución de lo robado a instituciones públicas o privadas, los enriquecimientos ilegítimos, los indultos por delitos urbanísticos o políticos, las cifras demoledoras de fraude fiscal y evasión de dinero hacia paraísos fiscales, etc., son los indicadores de que la Justicia sigue funcionando mal, y es ahí, en esa asignatura pendiente, donde se debe mejorar, tanto en el terreno legislativo en sí como en los medios que hay que poner a disposición de la Justicia.

Acaba 2014, y reviso los veinticuatro artículos publicados este año en EL DÍA, en su mayoría cuestionando actitudes que considero corruptas o perversas, como en "Todos iguales ante la Ley. También la infanta", que creo debe renunciar a sus derechos dinásticos y monárquicos, o las maniobras para la privatización de la Sanidad Pública con fines de negocio a costa de enfermos y enfermedades, además de la ineptitud de Ana Mato como ministra de Sanidad, afortunadamente ya cesada, o la utilización sospechosa del aforamiento, como el exalcalde de Santa Cruz de Tenerife y todavía senador Zerolo, a pesar de la clarísima condena de inhabilitación por el Tribunal Supremo, al que he solicitado en repetidas veces su dimisión por el daño que su situación ha causado al Senado, lo mismo que el espectáculo bochornoso del todavía hoy presidente de Extremadura, Monago, intentando justificar que todos los viajes que hizo a Tenerife a cargo del Senado fueron como mandato constitucional, mientras seguimos sin saber si las cantidades presuntamente indebidas han sido devueltas.

He denunciado "Corrupción en la Banca", estoy a favor de la demolición legal del mamotreto de la playa de Las Teresitas y explicado que la reforma laboral del Partido Popular es contraria a la creación de empleo. En el Senado di mi voto a favor de la abdicación del rey Juan Carlos y apoyé a Felipe VI, asistiendo al acto de proclamación ante las Cortes Generales, deseándole personalmente suerte y una acertada gestión como jefe del Estado en la recepción posterior.

La corrupción no es generalizada, y de hecho son mayoría los ciudadanos que éticamente decidimos dedicar una parte de nuestra vida a la noble tarea política, pero es bien cierto que los casos de corrupción alarman y escandalizan, y cuando los hay, tal como titulé el artículo del 10 de agosto, declaro: "Asco de corrupción".

Éxito total el concierto de Navidad del puerto de Santa Cruz de Tenerife. Don Pedro, enhorabuena, y para 2015, por favor, ponga más sillas. Salud y feliz año deseo a Tenerife.

@JVGBethencourt

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