Muchos de los más de 500 inmigrantes africanos, mayoritariamente de Zimbabue, que han vivido durante años en una iglesia metodista del centro de Johannesburgo comenzarán 2015 en la calle, tras la decisión de la nueva autoridad del templo de desalojar este edificio insalubre que les dio refugio.

"El edificio no puede continuar así, pero no quiero que se trate a la gente de forma inhumana", asegura a el hasta ahora responsable de la iglesia, el obispo Paul Verryn, quien lamenta que quienes le sustituyen no hayan pensado en alternativas para los inmigrantes.

La situación, que incomoda al ayuntamiento y a los comerciantes de la zona, comenzó en el año 2000 cuando Verryn abrió las puertas de este rincón del populoso corazón de Johannesburgo a miles de inmigrantes y sudafricanos con problemas.

Según el periódico Sunday Times, en los últimos seis años más de 30.000 personas han vivido en la iglesia, que llegó a ofrecer refugio a unas 3.500 inmigrantes durante la ola de ataques xenófobos contra inmigrantes de otros países de África que en 2008 causó la muerte de decenas de personas en el país austral.

Los gestores del centro religioso -que tiene cinco plantas, ocupadas casi en su totalidad por familias enteras de inmigrantes de Zimbabue, Mozambique, Zambia y otros países africanos- han dado de plazo hasta hoy a sus moradores para que abandonen el inmueble. Pero no todos están dispuestos a cumplir la orden.

"Yo no voy a ninguna parte, no tengo planes de irme", dice a pocas horas de que expire el plazo del ultimátum la zimbabuense Juliana Warima de 40 años, que no tiene otro techo bajo el que dormir y no está dispuesta a pasar las noches al raso con sus siete hijos, que viven con ella en el templo.

Junto a Warima, entre el hedor de un lugar con insuficientes baños y gente durmiendo en los pasillos, empaquetan sus escasas pertenencias otros de los más de un centenar de inquilinos que aún no han abandonado el local y que esta noche tendrán que dormir en la calle, en casas de conocidos o en edificios abandonados.

"Voy a salir de aquí en unas horas. Sólo puedo buscar un lugar para dormir en la calle, no tengo otra opción", dice visiblemente asustado Romeo Nosi, también de Zimbabue y de 24 años, quien se mudó aquí en 2012 porque no podía pagar un alquiler en Johannesburgo, adonde había emigrado por la galopante crisis económica en su país.

Pese a la determinación de no marcharse de personas como Warima, Verryn no cree que se llegue al extremo de un desalojo por la fuerza, y confía en que la crisis pueda resolverse sin violencia.

Este obispo finaliza hoy su mandato al frente de la iglesia para empezar un nuevo ministerio en el antiguo gueto negro de Soweto (Johannesburgo), y trabaja para encontrar soluciones para los residentes.

Verryn, que explicó la semana pasada a la prensa local que el edificio se ha degradado por la ocupación y que sus facturas de electricidad pendientes se acercan a los 150.000 euros, trata ahora de llegar a un acuerdo con otros templos de la ciudad para alojar a los casos más desesperados.

Incapaces de encontrar trabajo en un país con más de un 25 por ciento de desempleo -según las optimistas cifras oficiales- y que se eleva al 50 por ciento entre los jóvenes, los residentes en la iglesia han vivido durante todo este tiempo de trabajos temporales y comercio informal, pero también de ejercer la mendacidad en la zona.

"Hay gente que lleva aquí años, no se han preocupado en buscarse la vida", dice una dependienta de una tienda de la galería comercial contigua, que no quiere dar su nombre.

Preguntado por esta opinión, Verryn pide respeto para los inquilinos.

"Muchos vienen de situaciones terribles, y han encontrado aquí protección, han hecho amistades. Es algo que hay que respetar", asegura el líder religioso, una figura controvertida que participó en la lucha contra el "apartheid" y cuyo díscolo activismo social le ha costado reyertas con el poder político y dentro de su iglesia.