"Duerme, nene". Un padre se dirigía así a su hijo de corta edad, recostado sobre su hombro, al paso de la comitiva de Melchor, Gaspar y Baltasar por Santa Cruz de Tenerife. Como es obvio, el niño se resistía aún a obedecer estas indicaciones, que seguramente su familia le habrá repetido hasta la saciedad durante la noche. Y es que las últimas horas del 5 de enero son las más esperadas por los pequeños de la casa y siembran en los niños una inquietud por conocer qué regalos les habrán traído Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente.

Tras un día de prisas y ajetreo, los niños, casi sin almorzar, pusieron rumbo a las cabalgatas celebradas en todos los puntos de las Islas. Era necesario llegar pronto para hacerse con un sitio privilegiado, a fin de poder acercarse a los Reyes, entregarles las cartas y hacerles los últimos encargos y, si es posible, conseguir un puñado de caramelos. Comenzaban así las horas más largas de una noche que culminaría con el descanso, por miedo a recibir carbón. Pero antes, había que preparar el camino a los sacrificados camellos, y ya en casa poner algo de comida para Sus Majestades, como polvorones, leche con chocolate y, hasta el más atrevido, alguna copita de sidra. Faltaba aún cumplimentar el protocolo antes de ir a la cama: recoger el salón y colocar los zapatos en donde habitualmente se sientan los miembros de la familia. Ya solo era cuestión de horas, pero más de paciencia, hasta ver cuánto tardaba el pequeño en caer rendido... Hoy, después de ver los regalos, alguno preguntará: ¿Y cómo entraron en casa los Reyes?