Lorenzo es un "muñeco roto" a sus 36 años. Este vecino de San Andrés considera que "la vida me está pasando factura porque lo que me ocurre es en gran parte culpa mía. Pero pido que me ayuden para tener una última oportunidad y salir de aquí". Ese "aquí" es su particular hábitat desde hace cinco meses: la cueva en el lecho del barranco, cercana al lnfobox, en la que malvive en las peores condiciones: sin luz, sin agua, casi sin comida, entre humedades...

Completamente solo, aunque tiene familia - "de eso no quiero hablar", sentencia-, enfermo "del cuerpo y del alma", en paro hace años y sin ninguna ayuda. Es el perfil de alguien a quien la crisis y su propio proceso autodestructivo han abocado al límite.

Cinco minutos por una escarpada ladera, previo paso por la zona en la que murió un compañero sin techo y aún tiene flores frescas (otro tema tabú), llevan al "hogar" de Lorenzo González. La suya es una historia de exclusión social. Le intentan ayudar a salir buenos samaritanos, de su pueblo, como los trabajadores que le han llevado compras de alimentos, o de ONG.

Lorenzo se emociona hasta las lágrimas mientras saca sus papeles del paro, del médico, de la petición a las administraciones... Al mismo tiempo intenta que su perrita Luna ("es macho, pero me gustó el nombre"), miedosa por el visitante, salga de debajo del camastro en el que se acuesta. Bajo el techo de piedra que lo refugia del frío y la lluvia del crudo invierno anaguense.

Lorenzo está casado "desde los 18 años y por la iglesia", aunque no tuvo hijos. En tratamiento por depresión, cada semana se traslada a un centro en el que recibe lo fundamental para "reengancharse". Pero desde el pasado 23 de diciembre, apunta, "no me dan el bono de transporte". Usuario de la UTS, se queja de que esos bonos sociales de Titsa para ir a revisión y pasar el tribunal médico -también está operado de las dos piernas, en una de ellas de la rótula por un accidente hace un año mientras cogía lapas "por necesidad"- le dicen "que están agotados hasta el 13 de enero (hoy)".

Desde la UTS le ofrecen ir al albergue, pero no parece el mejor sitio para quien consiguió salir de una adicción y hoy está "limpio". "Trabajé cinco años en la construcción", asegura, pero "ahora no hay nada. Y me piden un montón de requisitos para el paro".

No tiene derecho a tramitar una PCI porque no esta divorciado, su mujer lo dejó "y no la veo hace diez años". Además, le echaron de la casa semiderruida donde vivía y tuvo que irse a la cueva que "me dejaron los chicos del barrio. Iban a montar un gimnasio". Lorenzo quiere reinsertarse, pero necesita "guías". Por allí, dice "no ha pasado nadie" ni siquiera la unidad de las personas sin hogar (PSH), aunque la UMA del albergue conoce su situación. Para Lorenzo, lo más importante "sería tener un campin gas. Me he quemado con las velas, apenas puedo ver y menos cocinar". Mario Infante, de la ONG Unidos por Ti, tenía previsto llevarle ayer ese preciado tesoro tras la donación de un particular.