No sé si es porque me estoy haciendo mayor, pero a la vista de la letra retirada de la Fufa, por sugerencia municipal, puedo concluir que la calidad de las letras ha derivado en zafiedades insultantes para determinados colectivos. Y aunque estas opciones ya figuraban en la Biblia, la riqueza de nuestro lenguaje y el sentido que le queramos dar permiten -permitirían- a los letristas ser algo más sutiles a la hora de confeccionarlas. Habría que darles a los "autores" un serio repaso por nuestra poesía en sus variantes picarescas o satíricas para que aprendieran a decir las cosas con la suficiente gracia y musicalidad para ser entendidas por el pueblo, sin tener que llegar a la retirada de determinadas "descomposiciones" polémicas. El propio lenguaje coloquial se ha ido deteriorando tanto, que escuchar hoy un diálogo entre jóvenes, presuntamente escolarizados, parece salido de las cloacas de la marginación y pobreza verbal. Una actitud igualitaria en ambos sexos, por una rivalidad mal entendida.

En cuanto a la Fufa, pionera en su modalidad al retorno del Carnaval, siempre se caracterizó por su elegancia al criticar determinados problemas sociales, actitudes o comportamientos de algunos representantes políticos. Incluso cuando, en justa correspondencia, polemizaba con las de la vecina isla redonda, siempre se mantuvo por encima de las aceradas respuestas de sus rivales. Ahora, quizá sin quererlo o por los cambios generacionales, han caído en la trampa de la descomposición del lenguaje, abundando en chabacanería mal entendida para buscar el aplauso de un sector cada día más resabiado con la deriva de un pueblo que aproa al marisco.

Me vienen a la memoria algunas rimas populares de antaño, como la relativa al infante Francisco de Asís, primo y flamante marido de la temperamental Isabel II, que preguntó al grancanario León y Castillo, a la sazón embajador en París, sobre su noche de bodas tan peculiar: ¿qué piensas de un hombre que vestía más encajes que yo? También durante los fastos del bodorrio real se alzaron en la Villa dos fuentes, una de vino y otra de leche, dando ocasión para que el pueblo entonara la letrilla: "El vino para las majas; la leche, para el de Asís..."; o aquella otra cuarteta que expresaba más claramente su condición sexual: "Paquito Natillas, / que es de pasta flora, / orina en cuclillas / como las señoras." O la reacción espontánea de aquel niño, hijo del conde de San Luis, al ser presentado al infante por la propia reina, que exclamó al oírlo: ¡carajo, qué voz de marica!

No es el fondo lo que se cuestiona, porque cada uno lo decide libremente, pero lo que sí daña es la forma en que se manifiesta. De modo que rogaría a los componentes de la veterana "afilarmónica" que se dieran doble gusto mejorando las letras de sus canciones, a ver si de paso se reeducan y lo hacen con ese sector del pueblo cada día más inculto.

jcvmonteverde@hotmail.com