La Iglesia católica sabe bien de los males que pueden causar las lecturas indebidas. Por eso prohibió en su día "El origen de las especies" de Charles Darwin, un libro blasfemo en el que se afirma -¡qué horror!- que el hombre desciende del mono. Hay libros emblemáticos que también fueron objeto de prohibición por la censura franquista. Y Salman Rushdie fue condenado a muerte por los ayatollahs del régimen iraní y su libro "Versos satánicos", proscrito en numerosos países islámicos.

En España, las autoridades han empezado a ser conscientes de la importancia de velar por la correcta educación de las mentes de sus jóvenes ciudadanos. Y por castigar algunas conductas de los ya mayores e imposibles de educar. En nuestra creciente democracia totalitaria, el liberal gobierno del Partido Popular prevé la incorporación al Código Penal de "penas de hasta cuatro años de cárcel a quienes fomenten, promuevan o inciten, directa o indirectamente, al odio, hostilidad, discriminación o violencia contra un grupo o persona por razones de género".

Quedarán por lo tanto estrictamente prohibidos y serán retirados de las librerías libros como el "Don Juan Tenorio" de Zorrilla, por su pernicioso argumento y por el soez nombre del autor, el "Otelo" de Shakespeare, por sugerir la idea de la violencia de género o "Fuenteovejuna" de Lope, por contener escenas de agresión sexual. Por similares razones, al aludir a la violencia de género o menoscabo de la figura femenina, se retirarán "Bodas de sangre" de Lorca, "La dama boba" de Lope de Vega, "El poema del Mío Cid", "La Iliada''...

Como la lista de libros se hace interminable quizás sería recomendable aconsejar a la población que se abstenga de leer ninguno de los clásicos de la literatura universal. Una propuesta que, a la vista de lo que lee el personal, tiene ya un seguimiento masivo previo y constituye una apuesta segura. Por supuesto, los niños podrán seguir viendo la violencia en las guerras y asesinatos reales de la bazofia de la televisión y los videojuegos en los que se matan por decenas a odiosos soldados alemanes, a malignos orientales o a gente armada y con turbantes (el juego donde se mataban gays ya fue censurado).

Se prohibirán letras de murgas que se burlen de la homosexualidad, como la polémica y desvergonzada canción de la Ni Fu Ni Fa, que tantos años han ofendido impunemente a los entrañables conciudadanos de Gran Canaria, ya retirada del mercado. Se prohibirá radicalmente imitar a Rapahel cantando con voz aflautada y haciendo como que se enrosca una bombilla en el techo. Se castigará con penas de cárcel salir disfrazado de travesti en Carnaval por suponer un demérito del colectivo transexual. Quedará terminantemente prohibido hacer chistes de discapacitados (cojos, tartamudos y cualquier otra deficiencia física o mental excepto en el caso de diputados). Y por supuesto será tipificado como delito hacer chistes de gitanos, gomeros, leperos, moros y rubias, por cuanto incitan al menoscabo de tales colectivos y a la xenofobia.

Una ola de censura de lo políticamente correcto recorre lo que antes fue libertad de pensamiento y expresión. Las minorías, durante tanto tiempo marginadas y censuradas, se toman su justa venganza. No falla. Es la ley universal del péndulo. De un extremo de la estupidez colectiva hemos pasado justamente al otro. Made in Spain.