En el libro de Vasili Grossman "Sobre vida y destino", con textos también de Tzvetan Todorov y Efim Etkind, se explican las poderosas concomitancias que Grossman establece entre nazismo y comunismo. Concluye indicando que su simetría es perfecta. Lo aparentemente antitético y excluyente ofrecía demasiadas homologías y coincidencias. Karl Popper atribuye una misma ascendencia al fascismo y el comunismo, en este caso del historicismo. No son los únicos.

Los cruces de descalificaciones entre el PP y el PSOE pueden alcanzar el encono de las reyertas políticas, incluido el desprecio más gélido y la descalificación a priori. Pero fuera del mundo emocionalmente bullente español, de trinchera y división irreductible de la sociedad, cualquier mirada templada, objetiva y no visceral, nos indica enormes similitudes y afinidades entre los dos programas.

Tony Judt reconocía que el Estado de bienestar era obra de la socialdemocracia, pero también de los conservadores europeos. No hubiera funcionado tantos años si no. Es lo que hace a Europa en su conjunto con su Estado social tan diferente de EEUU. Adela Cortina afirmaba recientemente que cualquier diálogo en España fracasaba de antemano por la gran divisoria previa entre "carcas" y "progres".

En España, siempre sectaria, enfrentada y excluyente, las posiciones políticas, sobre todo las de la derecha, son objeto de dicterios, estigmatizaciones y descalificaciones a priori. Para lo que se cuenta con una ristra de significantes de aversión y estigmatización morales. De gran idiosincrasia hispana, por lo demás. Así evidentemente no hay manera de llegar a ningún análisis objetivo, no corrompido por el prejuicio y la noción del mal en el otro y la superioridad moral del que los formula.

Un científico canario, con dos años en la Universidad de San Diego, me decía que el PP se sitúa a la izquierda del Partido Demócrata, lo mismo que mi familia de Washington, colaboradores en las campañas de Obama.

Si acudimos a lo objetivo, hemos de concluir que por mucho que se deteste a la derecha y al PP, el Estado social jamás podría ser el mismo con el terremoto de una crisis excepcional que en condiciones normales. Por demasiado obvio. Como tampoco con una guerra. Que la deuda publica alcance el 100% del PIB (no vale comparar con EEUU), que las prestaciones, aunque lógicamente contraídas, subsistan, los impuestos suban, pervivan aborto y matrimonio gay y haya una continuidad esencial, no son políticas precisamente neoliberales.

La socialdemocracia no ha desaparecido, ha cambiado de gestor.