Los caminos por los que se puede desembocar en el mundo artístico resultan inescrutables. No existe un manual que defina cuáles son, desde la ortodoxia, los pasos que es preciso dar, ni el texto que debe recitarse, hasta poder alcanzar esa consideración y asumir el papel.

Y este puede ser el caso de César Barreto (Tenerife, 1985), una persona producto del mestizaje entre una madre de etnia gitana -cantante profesional que interpretó incluso el mismo día en el que dio a luz a César y que hoy se mantiene sobre las tablas- y un padre natural de Punta del Hidalgo, un núcleo costero en el municipio de La Laguna.

Y así creció, en un ambiente con mucho "duende", del que recuerda que a los ocho años seguía "con ojos muy abiertos" las representaciones de teatro de su hermano mayor y cómo, a la edad de diez, se presentó a cantar en un programa de televisión.

Pero su incipiente vocación por las tablas aún tardaría en cristalizar. "A los 14 comencé a desarrollarme en la capoeira y dos años más tarde, ya vivía de esta práctica". Esa proyección lo llevó a formar una asociación sociocultural, donde impartió clases de esta danza-lucha a grupos de niños y mayores. Con 20 años ya montaba espectáculos profesionales y con 24 quiso titularse en la rama de Actividades Físico-deportivas, que finalmente abandonó por incompatibilidad con la asociación.

El punto de inflexión a partir del cual cambia el futuro de César Barreto tiene bastante que ver con la casualidad, con el azar, o acaso este guion ya estaba escrito de antemano.

Lo cierto es que metido de lleno en un curso de iniciación e interpretación al teatro "tuve la fortuna y el enorme privilegio de coincidir con José Luis de Madariaga como profesor", explica César.

Del total de once alumnos inscritos, César era el único que no había trabajado nunca antes como actor y, además, carecía de cualquier tipo de experiencia interpretativa previa.

Pero pese a todo fue tal la impronta que proyectó su personalidad sobre Madariaga, que el profesor llegó a cuestionarse si verdaderamente, aquel joven que derrochaba tanto ánimo no había desarrollado con anterioridad algún tipo de arte interpretativa. Al responderle César que no, Madariaga fue tajante y le planteó que hiciera las maletas y se marchara a Madrid a realizar estudios de interpretación, "porque con las condiciones innatas que tenía, si me quedaba en Tenerife iba a convertirme en uno más de esos canarios con talento, nostálgicos de lo que pudieron haber llegado a ser y, sobre todo, frustrados por no haberse atrevido a salir de su tierra".

Por aquella época, César Barreto se sentía responsabilizado y aferrado a sus alumnos de capoeira, a quienes no quería abandonar para iniciar un proyecto personal, lo que consideraba un comportamiento egoísta. Pero seis meses después, César tuvo la mala fortuna -o tal vez no- de romperse el menisco y la rótula, una circunstancia que lo obligó a suspender sus entrenamientos y la actividad física.

"Entonces, cuando debido a la inactividad forzosa perdí a mis alumnos, comencé a reflexionar sobre lo que me había comentado Madariaga y entendí cuál debía ser mi camino", descubre César, quien a pesar del enorme dolor que representó para él tomar tal decisión, no tardó en hacer la maleta y presentarse en la capital de España, con un equipaje cargado de ilusiones y sueños.

"Desde el mes de octubre de 2011 me dediqué en cuerpo y alma a estudiar Arte Dramático". Y eligió una escuela de prestigio, la de Eduardo Recabarren. Paralelamente a los estudios de interpretación, también puso el objetivo en el mundo del cine, formándose en dirección y trabajando un corto como primer proyecto.

El espaldarazo le llegaba la noche del pasado viernes, día 13, con la representación de la obra "Batas blancas", un libreto que recoge, entre otras escenas, una asamblea de médicos en un hospital cualquiera, en la que los profesionales se plantean si ir o no a la huelga. "En ella represento hasta tres personajes, al estilo del teatro de Bertolt Brecht".

Las críticas no dejan lugar a la duda: "Nuestro talentoso César Barreto, en colaboración con una gran hornada de actores, dirigidos de manera magistral por el gran director de Teatro Eduardo Recabarren y Aintzane Garreta una joven directora con gran proyección, nos presentan una mordaz y desternillante obra teatral de creación propia y que critica muchos aspectos de la sociedad actual en clave de humor".

César se enfrenta a uno de sus papeles más completos y su vida se estrena de futuro.

De la ficción a la realidad

"La diferencia entre la vida y la muerte puede estar separada por un segundo; una reacción, una decisión, la sabia y dolorosa voz de la experiencia; la intuición; emitir con más fuerza que ningún otro el último grito, cuando ya no puedes gritar. Seguir adelante, cuando lo que se te viene a la mente, una y otra vez, es abandonar". Así se manifestaba el actor tinerfeño César Barreto el pasado mes de enero, apenas unas horas después de haber salvado a su amigo Aitor de morir ahogado en aguas de Montaña Amarilla, junto a Costa del Silencio, en el municipio de Arona. Aquel día que había comenzado como una plácida jornada de inmersión submarina, con el objetivo de captar recursos previos para un proyecto cinematográfico, se tornó en una pesadilla para ambos jóvenes.

César Barreto, que reside en Madrid donde desarrolla su carrera de actor, había invitado a su amigo Aitor a tomar imágenes de los fondos submarinos próximos a Montaña Amarilla. Y todo fue bien hasta que el viento roló del Norte; las olas ganaron en altura, hasta un metro o metro y medio, y aproximarse a la orilla significaba nadar a contracorriente. Y no es ficción.