No, al hablar de los "BIC" no me refiero a los bolígrafos de ese nombre sino a la distinción como Bien de Interés Cultural que la administración otorga a edificios, instalaciones, lugares emblemáticos o cualquiera otro elemento que merezca ser conservado para recuerdo de las generaciones futuras.

No es fácil la obtención de un BIC, como es lógico. La iniciativa puede partir de un colectivo, un ayuntamiento o el mismo Gobierno, y se lleva a cabo tras estudiar los méritos que el elemento en cuestión puede aportar. Aunque sean muchos y el acuerdo sea unánime en su merecimiento, los trámites hasta llegar a la concesión son largos y engorrosos. Para un edificio, lo pongo como ejemplo, se precisan certificados que atestigüen su antigüedad, la importancia que ha tenido durante su historia, los hitos que la jalonan, su estado de conservación, etc., tras lo cual la Comisión de Patrimonio del Gobierno Autónomo los analiza de manera concienzuda y emite su parecer. Si su dictamen avala la propuesta, pues ¡larga vida al nuevo BIC!, que sin embargo no le va a resultar muy agradable y placentera para sus promotores ya que ello implica una serie de obligaciones relacionadas con su conservación. En efecto, si se trata de un edificio particular con locales comerciales en sus bajos, hasta los letreros de estos establecimientos deben ser autorizados. No digamos nada de sus elementos estructurales y fachadas, que de ninguna manera podrán ser modificados sin la intervención de los técnicos del servicio. No obstante, las entidades cuyos edificios ostentan la calificación de BIC suelen estar orgullosas de ello, y se esmeran en mantener el aspecto que propició su catalogación como tal a pesar de los inconvenientes que ello comporta.

Porque lo que más prima en los edificios BIC, siendo importante su estado de conservación interior, es su aspecto exterior, algo que resulta casi imposible con la plaga de palomas que azota nuestras ciudades.

Las palomas, dejando a un lado la sensiblería que su presencia provoca sobre todo en niños y ancianos, son animales verdaderamente peligrosos para los humanos. Causan enfermedades -bendita Red- como la histoplasmosis, clamidiosis, salmonelosis, colibacilosis, crytococosis, encefalitis de San Luis, alveolitis alérgica, neumoencefalitis..., radicando casi todas ellas en sus excrementos. Su composición erosiona hasta el hierro, y sobre todo la piedra de cantería canaria; a pesar de su dureza y resistencia, las "cacas" de las palomas la destruyen, en un proceso que dura años, es cierto, pero que sería más corto si los propietarios de los BIC no emplearan periódicamente los medios necesarios para limpiarlos.

No estoy pidiendo desde aquí la erradicación de las palomas para que las fachadas de los BIC se conserven en buen estado, pero sí que de alguna manera se evite su enorme capacidad reproductora mediante la utilización de substancias anovulatorias. Porque no parece lógico que cueste Dios y ayuda la obtención de un BIC y que luego el otorgante se desentienda de ello. Y si el edificio de la Catedral lagunera, la pongo como ejemplo ahora que ha sido recientemente restaurada, sufre el ataque de las palomas, apostar decididamente por su erradicación y no por poner mallas que afearían su fachada. La iglesia de San Francisco, el Palacio de Carta, el Parlamento de Canarias, el ayuntamiento, el Círculo de Amistad XII de Enero, el Real Casino de Tenerife, la Catedral, el Obispado, la iglesia del Cristo y tantos otros edificios señeros, testigos todos ellos del paso de los siglos en nuestra isla, merecen el mayor cuidado por parte de los responsables de su mantenimiento y conservación.