La realidad que marca la competición es la que ha terminado por hacer cambiar los objetivos iniciales del Tenerife. El equipo y, sobre todo, el club salieron en agosto con la ilusión de disputar uno de los seis puestos de promoción de ascenso, pero una sucesión de errores e infortunios han abocado al Tenerife a luchar por la permanencia y no sin grandes dificultades. Superada la mitad del calendario, el equipo tiene un claro déficit en su puntuación, o sea, que necesita hacer mejor promedio en lo que resta de Liga, 17 partidos, que la que ha firmado hasta ahora.

Las cuentas son muy sencillas: el Tenerife acumula 25 puntos en 25 jornadas, uno de promedio por partido. Si siguiera esta frecuencia, acabaría con 42 y descendería a Segunda B. Nadie se ha salvado con ese bagaje. En realidad, el promedio se ha estropeado en los cuatro partidos de la segunda vuelta. El Tenerife tenía 24 puntos cuando acabó la primera y desde entonces solo ha sumado uno (el pasado sábado en Miranda de Ebro); no gana desde el 20 de diciembre (1-0 al Sabadell) y lleva tres partidos en casa sin marcar un solo gol.

Es urgente la necesidad de un cambio de trayectoria, por lo que hay que acelerar en los partidos que quedan. Se necesita un equivalente a 8 victoria y un empate, lo que significa puntuar en más de la mitad de los 17 partidos que quedan, para garantizar la tranquilidad, aunque en 11 de las últimas 17 campañas no ha sido necesario llegar a los 50 puntos para evitar la pérdida de categoría. Esos datos contrastan con otro menos optimista: cuatro equipos bajaron con 50 puntos en su casillero. No parece que esta Liga, con baja puntuación en la zona de descenso, vaya a ser muy exigente.

Por si fuera poco el desafío, el calendario depara 8 partidos en casa y 9 fuera. Aquí deben jugar aún dos de los grandes: Valladolid y Betis, pero habrá otros partidos fuera ante equipos asequibles, como Recre o Barcelona B.