Calles de París e interiores de sus cafeterías, que recuerdan en cierto modo la época en la que la capital gala era el centro mundial del arte, además de escenas urbanas de Madrid, Roma, Nueva York, Palermo o Santa Cruz de Tenerife, conforman la temática de la colección que el artista Antonio Rodríguez muestra en la sala del Instituto de Estudios Hispánicos del Puerto de la Cruz, hasta el próximo 24 de febrero.

La exposición, integrada por una quincena de acuarelas englobadas bajo el título "Siemprevivas", refleja el carácter experimental de la propuesta plástica de este artista, cuya obra destaca por recrear una serie de ambientes de temática urbana bañados en peculiares atmósferas, sobre todo en las escenas interiores, algunas de las cuales tienden a difuminarse como fotografías antiguas que encierran sugerentes historias.

"Tengo predilección por la temática urbana y dentro de ella los interiores. También tengo debilidad añadida por París, en donde he vivido los últimos cinco años. Por eso la mitad de las obras son de allí, porque a nivel emocional y pictórico deja bastante huella. Me siento cómodo en la temática urbana preferentemente y humana también. Apenas hay paisajes, porque no está entre mis preferencias".

Rodríguez es autodidacta, aunque su padre y su tío abuelo, que fue alumno de Bonnín, fueron acuarelistas, aunque él se ha volcado por plasmar en el papel una temática alejada de la figuración tradicional y adentrarse más en líneas experimentales más contemporáneas.

"Hay dos maneras de entender la acuarela, a mi modo de ver. La clásica u ortodoxa, la que se ha hecho toda la vida, la que hizo Bonnín, que es una pintura paisajística y costumbrista. Jugaban con el concepto de las transparencias, el color, la sutileza, la suavidad de formas (...)".

Para él hay nuevas pautas en la acuarela. "Se están saltando las reglas ortodoxas de que tenía que ser trasparente, de que tenía que haber colorido. Ahora se están haciendo cosas que ya se equiparan a la técnica del óleo. Tengo predilección por los temas urbanos y estos necesitan otro tratamiento. Tengo, por ejemplo, dos acuarelas del Bronx, que son muy potentes visualmente, difícilmente se le puede dar un ambiente sugerente utilizando tonos livianos, etéreos... A veces hay que recurrir a elementos visuales casi pesados, plomizos".

Para este creador, la prevalencia de los juegos tonales sobre el color, la utilización de la opacidad ocasional en un medio en el que la transparencia es su principio básico sagrado, y los contrastes decididos, además del uso de mezclas de colores complementarios son algunas de las máximas que describen su estilo.

Él es consciente de los secretos y dificultades que encierra la técnica de la aguada, como los degradados y las atmósferas originadas a través de las luces, a la hora de abordar sus trabajos, aunque es muy exigente con los motivos que plasma en su obra.

"Hay dos opciones. O saco una foto con una potencia visual muy fuerte, que me seduzca y tenga un mensaje detrás. O me siento en una cafetería o voy por un barrio y veo un encuadre que me gusta. Siempre llevo encima un pequeño bloc, un lápiz y unos creyones, hago unos bocetos y luego lo termino en casa, en el estudio. Es un trabajo de reflexión".

Por último, reconoció que la literatura le gusta casi más que la pintura. "Siempre intento crear una especie de simbiosis entre las dos. He llegado a crear una obra a partir de un título literario, o una imagen me transmite una historia. Juego mucho con los títulos, les doy mucha importancia. Siempre que pinto trato de contar una historia, de hacer un microrrelato, sea un drama, un elemento de turbación o un estímulo personal o social. Eso es lo que intento".