Ayer compartió ponencia con Roc Laseca, doctor en Teoría del arte y prospectiva cultural, en el tercer encuentro de "Entomología Local" que se celebró en el Museo de Bellas Artes de la capital tinerfeña. Coruñesa de cuna, Chus Martínez (1972) admite que su vida ha sido un "exilio" constante que le ha posibilitado ocupar puestos de responsabilidad como gestora cultural en instituciones internacionales que son punteras en la difusión de arte contemporáneo. En la actualidad es directora del Instituto de Arte de la Academy of Art and Desing de Basilea.

No sé si hablar de "exilio" o de aventura laboral, ¿pero cómo se ve desde Suiza la situación cultural de este país?

Yo he estado "exiliada" muchas veces, pero también vengo bastante. Indiscutiblemente hay que hablar de una transformación cultural en España en la que pasamos de un momento absolutamente modélico, tanto a nivel institucional como de formación de profesionales y desarrollo de programas, a un panorama de desolación total por culpa de la crisis.

¿Al confrontar las experiencias acumuladas a nivel internacional en qué plano ubica a España en relación a esos lugares en los que ha trabajado?

Fuera de España no hubo durante muchísimos años la atención que sí se prestó aquí al arte contemporáneo. Aunque en esos lugares se dio un interés generalizado por el mundo de la cultura, tal vez mayor porque su profundidad histórica era superior, el boom que se produjo en este país a finales de los años ochenta no tiene parangón... Está claro que en el camino se cometieron errores, pero también se hicieron cosas bastante positivas. Sobre todo, hubo aciertos a la hora de programar para no tratar de crear "blockbuster" o diseñar una cultura de masas, sino un modelo que tuviera un gran desarrollo de la base, de archivo, de memoria... Pero todo eso ha cambiado. En los últimos años la crisis política nos ha puesto a todos en jaque y en una situación de confrontación que a lo mejor no era tan necesaria.

¿Qué la llevó a las aulas tras ejercer el comisariado durante tanto tiempo? Se lo digo porque parecen facetas muy distintas.

Mi labor es ser la directora de la escuela y extender el comisariado hasta un lugar donde la producción artística no es tan obvia, pero sí que es muy singular. En qué otro sitio que no sea en las aulas o en la Universidad de Bellas Artes se pueden reorganizar las formas de trabajar que se van a seguir en los próximos años... La idea es entender esa escuela como una especie de semiespacio en el que la educación y el hecho de enseñar se encuentran a mitad del camino. La formación cultural nos permite imaginar un mundo distinto.

¿Y cómo se maneja toda la desolación que se percibe en la sociedad y la ilusión de unos jóvenes que confían en ser protagonistas?

Esa es una situación compleja, pero no imposible... Todos hemos tenido varias buenas experiencias cuando estudiábamos y otras que no lo fueron tanto. De todas formas, en este punto cabe decir que nunca hubo un instante muy favorable para estudiar arte... Eso es algo tan natural como el hecho de tener hijos, es decir, nadie puede planificar con total exactitud cuándo quiere que se produzca un nacimiento. Partiendo de la base de que aquí no existe el momento adecuado, lo realmente importante es llegar a entender lo que significa la no adecuación de un momento artístico. Por eso es fundamental que los alumnos se centren en lo que hacen, pero igualmente en el contexto desde el que lo hacen para abrir un diálogo con otros profesionales del mundo de la cultura... Tenemos que ser muy imaginativos para ver cómo podemos sustentar un modelo cultural sin llegar a convertirnos en una sociedad cínica que únicamente priorice la sanidad, la educación, la vivienda, el trabajo y en la que siga calando el mensaje de que ahora no podemos entretenernos en eso de los museos.

¿En el arte contemporáneo también hay distintas velocidades?

Sí, pero la velocidad de España en el arte contemporáneo nunca fue extremadamente lenta; otros no tienen tanta autocrítica... Por supuesto que hemos cometido errores, pero sabemos reconocerlos y no somos una sociedad cerrada a todo lo que tiene que ver con el arte contemporáneo. Existe un tejido que quiere entender qué es todo esto de lo contemporáneo, pero ese no es el problema. Lo que nos debe preocupar es cómo sostener lo que hemos creado en un ciclo tan "chungo".