Sigue al pie de la letra las pautas marcadas por Franco Zeffirelli, el director de escena de la ópera que se estrenará el próximo martes en la Sala Sinfónica del Auditorio de Tenerife. "Esta es la producción de Aída en la que mejor se observa la relación entre los personajes", precisa el realizador Stefano Trespidi sobre un proyecto que respira tradición. "No creo que en la actualidad exista una lucha entre el estilo clásico y el contemporáneo", dice el italiano.

¿Cómo han resuelto la adaptación de una escenografía pensada para el teatro Busseto a un espacio como el de la Sala Sinfónica?

Esta producción nació en el teatro más pequeño de Italia y no es fácil ajustarla a un escenario tan grande como el del Auditorio de Tenerife, pero esta obra ya la hemos llevado a muchos países y, por lo tanto, sabemos que no hay un problema que no tenga una solución. Creo que desde el punto de vista artístico hemos acertado con la decisión que tomamos con vistas al estreno de la semana que viene.

¿Todo marcha en función de los tiempos marcados?

Hemos tenido algunos problemas, pero nada muy distinto a lo que ya nos ocurrió con anterioridad en otros teatros. Eso es algo rutinario.

¿El día a día no tendría gracia sin esa dosis de emoción?

No lo tendría porque eso es lo que hace interesante este trabajo... Sin esa emoción sería una profesión más, pero eso me aburre y no lo soportaría.

¿Responsabiliza ser la extensión de Franco Zeffirelli?

Esa presión existe y en ocasiones no me deja conciliar el sueño. Sobre todo, porque para muchos Franco Zeffirelli es el artista vivo más importante del momento... Es difícil encontrar otro genio que tenga su gusto estético. Algunos consideran que tiene una manera tradicional de ver la ópera, pero su belleza no envejece con el paso del tiempo: Zeffirelli es el punto más alto de la estética de una obra lírica.

Los intérpretes coinciden a la hora de destacar la profundidad cinematográfica de esta "Aída".

Ese ojo cinematográfico existe y genera un efecto de zoom sobre los artistas: el público puede ver bien marcados los planos en los que se ordena la acción... Esta es la producción de "Aída" en la que mejor se observa la relación entre los personajes.

Confiar en el gran maestro en un momento en el que se buscan elementos de vanguardia es una apuesta por la tradición, ¿no?

Yo no creo que en la ópera actual exista una lucha entre el estilo clásico y lo contemporáneo. A mí también me gusta el riesgo de las nuevas vanguardias... Cada uno sabe lo que es capaz de hacer y yo no me siento capacitado para imaginar un espectáculo del nivel que nos plantea Zeffirelli.

¿Hasta qué punto los directores de escena controlan el desarrollo de una ópera?

Dicen que la ópera es el lugar artístico preferido por los directores de escena, pero yo no lo creo así porque para mí la música es el elemento más importante de una ópera. Lo que sí es cierto es que los directores de escena han posibilitado que la lírica siga viva; si la actividad de esa generación que relanzó el género hoy no hablaríamos de la posibilidad de experimentar con un título con "Aída"... Una ópera no es una pieza de museo; es un arte vivo que necesita muchos estímulos.

¿Esa vida es lo que posibilita la creación de nuevas audiencias?

Esa energía es determinante a la hora de provocar la curiosidad del público. Igualmente, ahora que existe la posibilidad de realizar proyectos muy novedosos lo que no podemos olvidar son las raíces de la obra que queremos transformar. Hay que buscar el equilibrio perfecto entre lo que otros hicieron en el pasado y lo que podemos hacer nosotros en el futuro. La ópera vive entre esos dos mundos.

¿Qué tiene "Aída" para que siga siendo un referente en todas las programaciones?

Lo primero que piensa la gente que se enfrenta a esta ópera es que será testigo de una escenografía descomunal y gigantesca, cuando la realidad no es así... Esta obra no pierde fuerza por el tamaño del escenario; "Aída" es grandiosa en su conjunto. En el caso de esta versión no necesita grandes adornos porque la idea general está bien desarrollada. Una de las ventajas de esta ópera es que la belleza va a aparecer allí donde mires. Quizás, el instante más cinematográfico coincide con el drama de Aída... Aquí el triunfo lo presentan de otra manera, desde una terraza, intercalando la felicidad de un pueblo y el desespero de una mujer. Esto es maravilloso. Pocas veces se consigue concentrar unos niveles de tanta emotividad en un espacio tan reducido.