El frío modifica la trayectoria de los peces. Pero los obuses siguen cayendo con la misma precisión. A Inés Rojas, consejera de Malestar Social del Gobierno de Canarias, le reventó uno bajo las enaguas de su consejería, lanzado nada menos que por el candidato a la presidencia del Gobierno por Coalición Canaria, Fernando Clavijo. Fuego amigo.

Clavijo marcó distancias con las políticas sociales autonómicas y criticó la gestión de la ley de dependencia. En ninguna de estas cosas es muy original, porque eso mismo lleva haciendo casi todo el mundo desde hace muchos meses, pero tiene mucho mérito que un candidato haga autocrítica de la gestión de su propio partido, aunque a la consejera le haya sentado como medio quilo de almogrote con pimienta palmera.

Cuando la fiesta se está acabando se suelen perder las reglas de etiqueta. Ya se vio en el Congreso de los diputados cuando don Mariano Rajoy Buey, ay, digo Brey, llamaba Díaz a la señora Díez y patético mentecato al señor Sánchez. Aquí en la zona caribeña de la Macarronesia vamos ya por el mismo camino. A Inés Rojas le han sentado fatal las críticas de Clavijo. Claro que quizás no recuerde que ella hizo lo mismo. Como cuando, en uno de los ratos libres que tenía entre sus conversaciones mesméricas con el fantasma de Chil y Naranjo y su dedicación a las acciones sociales, salió para acusar a Clavijo de estar a favor de las prospecciones de ese petróleo que al final no existía. Esa fue una patada en las canillas. Claro que si a la consejera le han salido ronchas en la piel porque las críticas a su gestión las haya hecho "un compañero de partido", habrá que ver la dermatitis severa que habrá sufrido la pobre señora Rojas, en sacrificado y doloroso silencio, con las declaraciones de Fernando Ríos, su compañero en el Gobierno, sobre el desfondado nacionalismo canario, su giro a la derecha y su anuncio de fundar un nuevo partido para mandarse a mudar.

Le guste o no a la señora Rojas, la gestión de los asuntos sociales es muy mejorable. Es verdad que Madrid se ha comportado de manera deleznable con Canarias. Que se ha recortado financiación, de forma casi criminal, a una comunidad que está a la cabeza del paro y la pobreza del Estado. Pero eso no se arregla con un discurso vacío. Eso no se arregla diciendo que se hace lo que se puede. Ni gestionando como el milagro de los panes y los peces un presupuesto menguante. Eso se arregla con la misma fuerza con la que el Gobierno se tiró a defender el estúpido e inútil asunto del petróleo. O tragándose la lengua y yendo a Madrid para negociar, suplicar o, si es necesario, pedir de rodillas que se atienda a las miles de familias canarias que malviven en la pobreza. Este Gobierno amenazó con que Canarias, si era olvidada o maltratada, sería un problema de Estado. No hemos sido ni un grano en el culo. Es triste, pero es cierto.