Hace un par de días estaba rumiando con tristeza sobre los problemas que nos trae la vida, sobre las traiciones de la gente ambiciosa, sobre la miseria de la política y sus envidias, cuando alguien se me acercó y me dio una noticia. Silvia Medina, una mujer enorme, una joven gomera de treinta y pocos años, había muerto. Y entonces, en sólo un momento, todos estos problemas de la vida pública me parecieron insignificantes. Porque no nos damos cuenta de que lo más precioso que tenemos es el tiempo y que debemos aprovecharlo mientras podamos para ser felices.

La muerte de Silvia Medina ha sido tan precipitada que no tuvo el mínimo privilegio de despedirse de cada paisaje y de cada amigo, como ocurre con la gente mayor. Sin duda se nos ha ido demasiado pronto. Silvia Medina Piñero era concejal en Hermigua. Periodista y graduada social. Nació en el seno de una familia humilde, como tantas de La Gomera. Estudió y trabajó duro para salir adelante. Un golpe de mar, en los años ochenta, le arrebató a su padre. Pero la vida sigue. Se esforzó y sacó unas oposiciones al Cabildo de La Gomera, en donde trabajaba en el área de Política Territorial y Medio Ambiente.

Tenía muchas facetas y todas las vivió con intensidad. Su labor como concejal se la tomó con un interés que motivaba a sus compañeros. Resultó ser una política involucrada con su municipio, intensa y consecuente con sus ideas. Como periodista jamás se perdonó un error por muy involuntario que fuera. Ejerció en los servicios sociales y se dejó la piel hasta el final en esta causa, especialmente con los niños discapacitados. En cualquiera de sus facetas el nivel de exigencia fue siempre el máximo.

Silvia era una de los muchos jóvenes gomeros que pudo empezar una vida sin tener que marcharse de su isla. Y trabajaba para conseguir que algún día exista un futuro de trabajo y prosperidad para todos los gomeros en su propia tierra. Era socialista porque estaba comprometida con la justicia social y con la ayuda a aquellos que más lo necesitan. Porque para quienes nacen en una isla pequeña y hermosa, lejana y difícilmente comunicada, ser solidario es una manera de decir que hay que prestar más atención a quienes más lo necesitan, a las personas y a la tierra de la doble o triple lejanía e insularidad.

La conocí a principios de la década pasada. Sus artículos sobre el Cabildo eran críticos, duros, propios de alguien que vuelve a su tierra y quiere despertar conciencias. En fin, era muy joven y rebelde. Una enfermedad que padecemos casi todos y que tiene una única cura: hacerse mayor. Con el tiempo el cariño que surgió fue mutuo y por eso la pérdida ha sido especialmente dura. En poco días se han muerto algunos vecinos de esta isla. Y como siempre ocurre cuando fallecen nuestros seres queridos, queda una sensación de vacío y de tristeza. Pero cuando la vida se apaga en una persona que está en los mejores años, cuando un golpe de oscuridad nos arrebata a los más jóvenes, a uno le queda un sabor especialmente amargo en la boca.

La desaparición de Silvia ha sido un mazazo que el jueves pasado la isla, sus amigos y compañeros de trabajo vivimos de una forma muy intensa y en medio de un sonoro silencio. La vida es a veces muy injusta. Y nos da una bofetada a los que pensamos que nuestros problemas del día a día son realmente importantes. Silvia Medina, compañera del alma, ya no estará con nosotros. Y para quienes la apreciábamos, para quienes la querían, para su familia, sus amigos y sus compañeros, es una pérdida que nunca se podrá compensar. Eso sí que es triste. Eso sí que es importante.

Hoy voy a prestar más atención a mi familia y a mis amigos. Hoy voy a disfrutar de un atardecer en el horizonte de esta isla que es de los más bellos de Canarias. Silvia ya no estará con nosotros para trabajar por hacer de esta tierra un lugar mejor y más justo para vivir. Algunos hemos disfrutado, más por suerte que por méritos, de un protagonismo especial. Pero quienes hemos sido cabezas de lista nunca hubiéramos conseguido nada si no hubiésemos tenido a compañeros y compañeras como Silvia trabajando discreta y calladamente con toda su fuerza y su inteligencia al servicio de esta Isla. Pero el legado de lo que ella y tantos como ella hicieron antes de marcharse es nuestra mejor herencia. Y seguir trabajando en esos objetivos será nuestro mayor recuerdo.

Descansa en paz, compañera.