Mi función era ir a dar "chivatazos". Así de simple, y con una sonrisa irónica, define Amado Pérez su faceta como alcalde pedáneo de El Batán, un cargo que ejerció durante más de doce años y que todavía recuerda con mucho detalle.

Era la época en la que los avances del caserío se contaban en función de la voluntad no solo de las administraciones, sino también de los vecinos. "Nosotros proponíamos el caso y ellos decían si se resolvía o no", afirma Amado. La situación sería similar a la actual si en el camino no existiese un importante matiz: en muchos de los casos la administración ponía los materiales y los residentes la mano de obra.

Así se hizo, entre otras obras, recuerda el exalcalde pedáneo, un puente en el barranco para que pasara la gente y el ganado. "En ocasiones, cuando no existía el paso y el barranco estaba crecido, se tenían que quedar varios días en la otra parte", recuerda.

Ese fue uno de los grandes avances conseguidos con Pérez como alcalde pedáneo, en nada comparado, no obstante, con la llegada del agua potable y el arreglo de la pista que da acceso al caserío. La luz y el teléfono aterrizaron en El Batán mucho más tarde.

Para forzar la mejora de la vía se desplazaron hasta el Ayuntamiento de La Laguna dos guaguas con vecinos porque el proyecto, según relata, se estaba dilatando en exceso. "Lo tenían en un cajón olvidado", asegura.

A pesar de las reticencias del por entonces alcalde lagunero, Pedro González - "quiso salir por una puerta falsa que yo conocía", subraya-, finalmente la presión vecinal y el apoyo del que en ese momento era presidente del Cabildo de Tenerife, José Miguel Galván Bello, lograron que la carretera se asfaltara.

En su etapa como regidor pedáneo, Amado conoció a muchos alcaldes laguneros: José Luis Mauri, Norberto González Abreu, Pedro González, José Segura, Elfidio Alonso... "Algunos ayudaban un poco, pero otros no hacían caso", remarca.

Pero la vida de Amado Pérez no solo ha girado en torno a su cargo de "chivato", como él mismo lo define. De joven probó fortuna con otro compañero y emigró a Bélgica en busca de trabajo. Con algunos conocimientos que tenía de cocina se embarcó en un carguero que traía minerales desde Canadá. "Allí había de todo", asevera.

Y allí fue, precisamente, donde acabó parte de su aventura. Conocedor de que se ganaba mucho dinero en la industria de la madera intentó, junto a un amigo, quedarse en el país, de manera ilegal, unos meses para ahorrar. Pero los interceptó la policía y los deportó directamente a Tenerife.

De vuelta en la isla, Amado se casó con Graciana -el cura no quiso inscribirla como Graciela- y trabajó como encargado de Jardines del Ayuntamiento de La Laguna; en el economato de la Refinería; en un quiosco en la plaza del Adelantado; en el bar Hidalgo, en La Milagrosa; y en la casa de comidas de Pedro Canino, en Núñez de la Peña. "La mujer arreglaba un pescado en escabeche...", enfatiza.

Trabajos variados que finalizaron en 1976 cuando, a través de un hermano, logró la plaza de conserje en el colegio Andrés Orozco, de Arafo. "Cuando nos mudamos tuvimos que sacar los muebles al hombro por el camino, con la ayuda de los vecinos", tercia su esposa.

Allí pasaron los siguientes veintiséis años -allí vive una de sus dos hijas-, sin dejar, en cualquier caso, de venir todos los fines de semanas a su raíz, El Batán, donde residen de nuevo desde hace doce años. "Soy más viejo que la Cruz de Piedra", ironiza Amado Pérez, cuando se refiere a los 77 años que tiene en la actualidad.

Una edad que, sin embargo, no le impide -aunque ahora con más cuidado- sembrar sus papas y cuidar su viña. Ni seguir con atención el fútbol. Aunque aficionado al Barcelona, tanto él como su mujer son accionistas del Club Deportivo Tenerife. "Ya no vamos al estadio, pero porque no tenemos coche", precisa Graciana.

¿Qué es un alcalde pedáneo?

El Alcalde Pedáneo es el órgano unipersonal ejecutivo de la entidad local menor al que corresponden las atribuciones que la legislación señala para el alcalde del municipio, circunscritas al área de sus competencias territoriales.

Asumirá la máxima representación de la entidad local menor y presidirá todos sus órganos colegiados.

Podrá delegar en los vocales de la Junta Vecinal la gestión de determinados servicios, con las limitaciones que la legislación de régimen local impone al alcalde del municipio.