Luis Meléndez es el motorista de la Guardia Civil de Tráfico que el pasado martes por la mañana salvó la vida a una niña de tres años, vecina de Icod de los Vinos, que se asfixió cuando comía en el coche de sus padres camino del hospital para una revisión rutinaria.

Esa acción humanitaria le produjo "tranquilidad y una enorme satisfacción".

No era la primera vez que este funcionario llevaba a cabo una acción similar. Sin quererlo, este agente revivió lo que, hace 15 años, le sucedió a su propio hijo, que, curiosamente, en aquel momento también tenía tres años. El pequeño se atragantó y ya presentaba signos de asfixia, como los labios azulados. Le abrió la boca y, con dos dedos, le extrajo al pequeño el trozo de jamón que le impedía respirar.

Luis Meléndez es un lagunero nacido en 1972, de aspecto tranquilo y carácter moderado.

Con apenas 20 años decidió ingresar en la Guardia Civil, donde trabajó en el aeropuerto de Los Rodeos, en el transporte de presos y en la prisión Tenerife II. Hace justo una década que tuvo la oportunidad de hacer realidad su sueño: ejercer como motorista de Tráfico, "para lo que hay que tener vocación".

Desde su punto de vista, dicha labor es la "más arriesgada", tanto por el número de accidentes con la moto como por los atropellos. Pero aclara que "también es de las más satisfactorias".

Más allá de la "temida" labor sancionadora de estos profesionales, también cuenta su papel en servicios humanitarios en situaciones límite. En una isla turística, el más frecuente es el servicio informativo a los turistas, "pues normalmente las carreteras no están bien señalizadas". En segundo lugar, señala que en Tenerife "hay mucho tráfico y", consecuentemente, "muchas averías mecánicas". A veces, estos casos se pueden resolver al momento, como cambiar una rueda a una persona mayor o avisar a una grúa.

Estima que, en el último año y medio, el tráfico desde el Norte al área metropolitana casi se ha equiparado al existente antes de la crisis. Como experiencias amargas, Meléndez refiere que "se me ha muerto gente esperando por una ambulancia y se siente impotencia; de no haber podido hacer algo más o haber llegado antes". Aclara que "es lo más duro a lo que nos enfrentamos".

El peor que ha visto se produjo cuando aún no estaba en Tráfico e iba de paisano con un compañero guardia civil. Fue en Las Chafiras, un todoterreno impactó violentamente contra uno de los soportes del puente, falleciendo una madre y dos de sus hijos.

Ya como motorista de Tráfico, también recuerda otro especialmente trágico en la Vía de Ronda. Un coche se salió del carril e impactó contra un furgón en el que un padre llevaba a sus hijas al colegio. "Ese hombre estaba atrapado, pero preguntaba cómo estaban sus hijas y estuve hablando con él, hasta que lo liberaron y murió".

Reconoce que para su trabajo "hay que estar práctico con la moto, ser un profesional de la conducción". En su caso, y en el de otros muchos compañeros, le gusta la velocidad, "porque hay que reducir el tiempo de llegada al lugar del accidente, pero con la máxima seguridad". Insiste en que no "cambiaría su trabajo por nada; ni por ascensos".