Desde que tengo uso de razón, y especialmente desde que entró en España la democracia, vengo escuchando que los denominados de izquierda son progresistas y los de derecha conservadores, como si los más moderados no quisieran el progreso y los defensores del socialismo no vivan para almacenar bienestar en forma de casa, coche, sueldo y un buen vivir, sobre todo cuando en los últimos años tenemos una casta de multimillonarios que no reparten nada con nadie. Este trabalenguas es absurdo y hay que eliminarlo en este tiempo, básicamente porque el que menos corre tumba al primero, y ni los de izquierda son pobres de solemnidad ni los de derecha ricos.

Todos somos ciudadanos de una nación y doy por supuesto que deseamos lo mejor para los nuestros y la colectividad, pero en lo concerniente a la corrupción se puede decir que la gran mayoría debería recibir una buena cachetada, ser obligados a devolver lo sustraído y sentenciados a penas con servicios a la comunidad, los de delitos no muy graves, pues el mantenimiento de las cárceles cuesta un pastón.

En este país cada uno barre para su casa. Susana Díaz afirma que los socialistas son serios y honrados, y se queda tan pancha, mientras los de derecha dicen que todo va bien y que se esperan grandes mejoras. Aquí lo que prima es "el quítate tú para ponerme yo", y el resto es engaño puro y duro. La historia política de este país ha demostrado con creces que cuando gobierna la izquierda el país acaba arrasado económicamente, no sé cómo se las arreglan para tropezar siempre con la misma piedra, y cuando llega la derecha, intentan encarrilar el entuerto a costa de la clase media, con los ricos más ricos y los demás más empobrecidos. Esto lo que viene a demostrar es que si tenemos la mala suerte de llegar a ser gobernados por los ultraizquierdas, los de Podemos, el capital, que es cobarde y caprichoso, desaparecerá en menos que canta un gallo, y estaremos como en Grecia, en bancarrota y con las primeras manifestaciones en contra de un Gobierno que no lleva ni un mes en escena.

En este país existe un sectarismo aún peor que el político, y es el de los medios de comunicación con las cadenas de televisión a la cabeza. Personalmente me indignan algunas en particular, y todavía me molesta más que se utilicen los programas de entretenimiento para tal fin, como pasa a veces en El Hormiguero. Y es que los medios se ceban con cosas que no tienen mayor importancia, como pasó con Rita Barberá, que se le fue el santo al cielo y casi acaba crucificada, o cuando habló de Venezuela alguien de "En Tierra Hostil", contando la realidad del país y el presentador demostró su poca imparcialidad. Un conductor no debe dejar asomar su plumero.

Este sectarismo ha llegado incluso a la escena deportiva de los informativos, donde ya es más importante la vida social de los futbolistas que los resultados en el campo. Demostrar que eres de un equipo más que de otro no es muy ético, porque a algunos les salió sangre, sudor y lágrimas contando la noticia de partido donde el Málaga le ganó al Barcelona. Si yo fuera de la junta directiva de alguno de los grandes clubes, pediría derechos de autor o que no nombraran al equipo para nada, puesto que cada vez que el Madrid comete un error le montan un pollo de no te menees, y eso que todavía colea la famosa fiesta de cumpleaños de Ronaldo, que según ellos debía de haberla celebrado en el tanatorio de Tres Cantos, nuevo lugar donde aplaudir derrotas y no funerales. En fin, que desde las altas esferas de esos medios deberían ordenarles ser más cautos con las formas de dar las noticias, que dejen de centrarse tanto en Barcelona y Madrid y se ocupen algo más de los otros, que como decía Machín: "También los quiere Dios".

Me quedan sectarismos en el tintero, como los que se ven a diario en la Televisión Canaria de Paulino Rivero, de la que me he ausentado por atroz y parcial. Para estar entretenido me quedo con el cine y las series, es lo que más veo.

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