La decisión ante una propuesta de soborno provoca mayor excitación fisiológica en aquellos que deciden actuar en contra de su propio interés económico y la rechazan, que en los que optan por aceptarla.

Así se desprende del estudio sobre aspectos fisiológicos y conductuales de la corrupción desarrollado por investigadores de la Universidad Jaume I, que revela también una tendencia mayoritaria a actuar de forma ética y muestra la efectividad de la amenaza de un posible castigo a la hora de frenar las actitudes corruptas.

"Al contrario de lo que se ha tendido a creer, no es la violación o el cumplimiento de una norma ética dada lo que desencadena la actividad emocional, sino más bien la decisión real de actuar contra el propio interés monetario", explica Tarek Jaber-López, investigador del grupo de Economía Experimental y Computacional de la Universidad Jaume I.

"Diseñamos un experimento que nos posibilitó analizar, a través de un polígrafo, el comportamiento y las reacciones emocionales de las personas frente a una situación que puede conllevar decisiones corruptas", añade.

El estudio muestra cómo algunos sujetos tienen un comportamiento "prosocial", rechazando la corrupción, incluso cuando no existe ningún mecanismo de castigo. Cuando sí se plantea la posibilidad de un castigo el rechazo al soborno es mayoritario.

Los sujetos experimentales se enfrentaron a una hipotética subasta en la que dos empresas competían por la licencia de unas obras públicas, para lo cual hacían sus pujas de niveles de calidad, pudiendo también introducir sobornos para el subastador que debía elegir la empresa que finalmente llevaría a cabo las obras.