Ya conocen el desgraciado suceso de Güímar. Un anciano de 80 años tiroteó y mató a uno de los dos atracadores que había entrado en su casa a robar. Supuestamente actuó en defensa propia y de su mujer, cuando vio que era apaleada por los dos encapuchados. Con toda la cautela que se debe tener, con un caso en investigación y bajo secreto de sumario, algunas reflexiones.

Vaya por delante que quitar la vida a un ser humano debe ser uno de los hechos más terribles que puede suceder. Pero también que cuando dos hombres armados, de la manera que sea, con barras de hierro o armas blancas se cuelan en la casa de un anciano octogenario y de su señora, no hay mucha proporcionalidad en la situación.

Parece además dramático que el peso de la responsabilidad caiga sobre el agredido y no sobre el agresor, aunque el primero cometiera también un delito por tenencia ilícita de armas. El hombre reaccionó como probablemente habría reaccionado usted o yo. Vendió cara su piel y pensó aquello de "o ellos o nosotros".

Es poco probable que el anciano, con 80 años, vaya a la cárcel. Seguramente no es justificable la muerte, los disparos y la sangre, pero alcanzo a comprender el comportamiento de un ser humano acorralado y vejado. El animal que llevamos dentro, al límite, no perdona la vida.

@sdnegrin