El sistema educativo español adolece de muchas asignaturas pendientes que se manifiestan día tras día: fracaso escolar, abandono temprano, absentismo, deficiente comprensión lectora, resultados mediocres en el informe PISA, etc. Problemas estos que en gran medida se deben a la falta de actualización de las técnicas y metodología empleada por el profesorado. Algo que se detectaría con evaluaciones periódicas de su capacidad. Por ello, podemos llegar a la conclusión de que la próxima prueba que se le ocurra practicar a la OCDE, con el objeto de averiguar la calidad del aprendizaje del alumnado español, será un nuevo fiasco, ya que nuestra constante situación de farolillo rojo, en cualquier modalidad, no parece presagiar nada positivo.

A todo lo dicho anteriormente debemos añadir que las evaluaciones e informes europeos sobre nuestro nivel de competencia y destrezas para afrontar las necesidades diarias y el futuro crecimiento económico no parece preocuparnos, de modo que los resultados del informe TALIS sobre evaluación externa del profesorado español no es más que una anécdota. Teóricamente, la responsabilidad burocrática, incluida la evaluación del profesorado, corresponde a la Inspección Educativa, que, tal vez, librará sus informes a las autoridades correspondientes y quizás publique sus conclusiones en revistas esotéricas para iniciados. Lo cierto es que los resultados rara vez se conocen, seguramente para no crear alarmas adicionales.

¿Recuerdan ustedes aquel examen realizado a opositores de Magisterio en la Comunidad Autónoma de Madrid en 2011, en cuya prueba participaron 14.100 candidatos y sólo la superaron 1.913, es decir, el 13%? Esa no fue sino una muestra de la pésima calidad formativa de la mayoría de los maestros opositores y de su falta de idoneidad para ocupar una plaza de docente. Y es que la calidad del profesorado supone el elemento más importante para la eficaz transmisión de conocimientos al alumnado, ¿o es que no resulta preocupante y grave que un 87% de los maestros opositores no tenga el nivel básico que ha de impartir a sus alumnos? La calidad educativa no se puede comprender sin la calidad de sus profesionales.

Todas las leyes educativas habidas en España, desde la de Moyano en 1857, vienen teorizando sobre la "Evaluación de la función pública docente" con discursos similares, aunque puestos al día, eso sí, con la verborrea pedagógica del momento; aunque en la práctica la realidad es que un profesor se puede morir esperando a que lo evalúen, aún cuando lo haya solicitado reglamentariamente como establece la legislación. Así pues, la administración educativa es la responsable de esta anomalía.

Para dar calidad a la función pública docente, considero que ha de comenzarse con el acceso a las facultades de Educación, ya que no todos los aspirantes reúnen las condiciones psicopedagógicas necesarias para tan trascendental cometido. Solo deberían acceder quienes tuvieran el mejor expediente académico y superar una prueba psicológica para determinar la inclinación del aspirante por la docencia. Concluida esa fase y la de formación en la facultad, se realizarían prácticas docentes evaluables en escuelas públicas durante un curso escolar. Tras ello, y por riguroso orden de calificación general, los aspirantes solicitarían una plaza vacante en los centros donde las haya, sin tener que realizar las pruebas selectivas o de oposición. Después de la incorporación del maestro a su destino, la administración educativa procedería a su evaluación periódica obligatoria externa con el fin de comprobar su actualización en técnicas y métodos educativos. Para ello, les facilitará la participación en cursos formativos gratuitamente.

Cuando analizamos lo que ocurre en la educación, debemos buscar las causas que provocan su situación, porque solo trabajando sobre las causas podemos cambiar los efectos. Este es un reto insalvable aplicable a todas las facetas de una sociedad.