Dados los acontecimientos, podríamos tildar a esta expresión como un "binomio maldito". O sea, un conjunto de dos sustantivos que debiera desempeñar un importante papel en la vida política y social de nuestro país y que no lo ha hecho. Que debería haber desempeñado a lo largo de tantos años cómo se han venido asignando fondos, recaudados a todos los españoles, a tal fin. También de la Unión Europea.

Estamos conociendo ahora cómo se han despilfarrado millones de euros en Andalucía so pretexto de la formación para el empleo. Ni formación ni empleo. Torrente de euros hacia remansos académicos gestionados por una red clientelar de los cargos políticos que tenían la llave de la compuerta, de la partida presupuestaria. Pero esto no es sólo en Andalucía, lo ha sido en otras comunidades. Cataluña una de ellas. Canarias otra que tal baila y en la que la Audiencia de Las Palmas sustanció el asunto con la absolución de quienes estaban imputados. Pero los miles de millones de las entonces pesetas se habían esfumado sin rentabilidad alguna al fin creado. Eso sí, un buen número de "academias" montadas al calor de las subvenciones se beneficiaron de ello. O sea, ni formación ni empleo. Sólo "merienda de blancos".

Algunos funcionarios de aquel Icfem, luego Servicio Canario de Empleo, fueron reconvenidos y/o apartados de tal estructura por empeñarse en controlar el buen fin de aquellas subvenciones: idoneidad de los cursos, alumnos matriculados, nivel de asistencia, nivel de aprovechamiento, etc. ¡Anatema! Aquello no debía hacerse. Podría descubrirse la confabulación para la distracción de los dineros. O, simplemente, una pésima gestión de los fondos puestos a disposición de un loable fin: formar para un empleo digno en las empresas que demandaban trabajadores. Y que siguieron demandando porque no se les aportaba el producto requerido.

Empresarios y sindicatos se apuntaron a la obtención de aquellos fondos para impartir formación. España se constituyó en una suerte de escuelas de formación profesional no reglada, en detrimento de la formación profesional reglada y oficial a la que se debiera haber dado todo el impulso necesario para mantener y desarrollar la calidad que otrora tuvo.

Se ha producido un gigantesco despilfarro con las consiguientes corruptelas. Instituciones que debieran haber dado ejemplo del buen uso de aquellos fondos (sindicatos y empresarios) se han visto manchados por tanto despropósito. Ahora, con nuevo reparto de fondos para la formación, por parte del Gobierno central, el presidente de la CEOE, Sr. Rosell, eleva a público su lamento porque, al parecer, han quedado al margen de tal disposición. Los empresarios de ese porte bien harían en aplicar a sus trabajadores el conocido "on job training" para consolidar su propia fuerza de trabajo en vez del "despido".