La gente ya no aguanta nada. Es imposible despistarse en alguna maniobra con el coche. Los chillidos, pitidos e insultos son inmediatos. Lo mejor es cerrar el cristal y poner tierra de por medio cuanto antes, no sea que el asunto acabe con una "comida" de palos y mamporros.

El nivel de deterioro en las relaciones humanas de este país es alarmante. A la gente, sobre todo a los más jóvenes, le ha dado por romperlo todo y ensuciar. En el parque García Sanabria, hace unos días, unos vándalos pintarrajearon las esculturas. Limpiarlas ahora costará un pastón que pagaremos de los bolsillos de todos.

Son solo dos ejemplos. La gente en los entornos urbanos ya ni se saluda por la calle, aunque se conozcan, se esconden o se cambian de acera. Están los listillos, al quite, a ver cómo pueden hacer la pillada, y sacar tajada. Están los chulillos de medio pelo que van dando lecciones por la vida. De todo hay.

Contraste absoluto con los pueblos, donde aún la gente se saluda al pasar, los vecinos se ayudan, los dramas se viven en común, el pan aún cuelga por las mañanas en la puerta y el potaje de una casa puede alimentar a la de al lado si hace falta. ¿Dónde quedaron los valores y principios en los que supuestamente fuimos educados? La jungla urbana, de verdad, se los ha comido.

@sdnegrin