A veces uno se levanta con todas las ganas de dinamitar la rutina, con la máxima rabia y el mayor de los pundonores y lo primero que se tropieza, nada más echar a un lado sábanas y edredones, es el sonido de un hiriente mesías que lanza voces tramposas a través del aparato de radio, sin la más mínima piedad y sin tener en cuenta a los que aún duermen, todos ellos menores de edad.

Cuando esto ocurre, que es siempre (el 99,9% de los casos, que así lo afirmaba aquel joven de Pinar del Río), aquella potencia primigenia destinada a resolver el mundo, aquella alumbrada esperanza, aquel furor sin trampa ni cartón, parte de forma inevitable hacia las cloacas, como los primeros excrementos del día. Y es que a veces hay actos involuntarios que se aprovechan para matar dos pájaros de un tiro, lo que no es habitual pero sí muy humano, y a menudo hasta se convierte en actividad eficiente y placentera.

Hay mañanas tempraneras (y todas las que quedan hasta un poco más allá del 24 de mayo -sí, el día de las elecciones- van a ser del mismo tono) en las que lo mejor es advertir la primera luz pellizcado por un despertador escandaloso y feo, de los de toda la vida, de los que impiden sintonizar la radio y avisan de segundos con alarmas. Con esta decisión, mucho más que un simple gesto y de enorme carga ideológica, se accede a algunas divertidas bondades, a actos que perpetúan la buena salud humana, la que se alimenta desde un caldero sin agujeros, desde una azotea bien impermeabilizada.

Por ejemplo, con un despertador ruidoso en la mesilla de noche o debajo de la almohada uno evita tener que sorprenderse, alarmarse o llevarse las manos a la cabeza ante la "amenaza" que ha sido primera en algunos diarios de que Fernando Ríos (nacido y criado en el seno de ATI y con siete estrellas verdes fosforescentes en el techo de su habitación) incline su cuerpo y se ofrezca como posible candidato autonómico de la formación Podemos. Tan solo por evitar ese notición, lo de cambiar de despertador ya merece muchísimo la pena.

Pero hay más. Claro que sí. Luego está el amorío a flor de piel de Alpidio Armas con el exsocialista del PSOE Casimiro Curbelo, que ha pasado de ser aquello a ser otra cosa, que, visto lo visto, viene a ser lo mismo, pues ya se sabe que en La Gomera socialismo es sinónimo de Curbelo, pese a que Curbelo sea hoy sinónimo de más cosas, por ejemplo, de proceso judicial abierto. Las cosas de la vida. Y hay más, mucho más; tantos ejemplos como se quieran, que en estas fechas la peña se pone muy pesada y hasta se envalentona.

Por cierto, hace unos días me equivoqué de despertador y sin querer saltó la radio. ¿A que no saben de qué me enteré? Ya les digo: el candidato a la Alcaldía de La Laguna por CC, José Alberto Díaz, quiere bajar los impuestos. Lo dijo y no soltó carcajada alguna. Siempre estuvo muy serio. Como es él. Di un manotazo e impuse el silencio.

@gromandelgadog