na pulga saltando no rompe un lebrillo, por mucho que lo hayamos cantado una y otra vez. Como decía el Gallo, lo que no puede ser no puede ser y además es imposible. Como a Paulino Rivero no le gustan los toros ni las sabias sentencias de Rafael Gómez, el torero imposible que citaba a Talleyrand, salió esta semana a hacer balance de sus años de Gobierno intentando, como es lógico, dejar un saldo positivo en un escenario de quiebra. Pero además salió a anunciar medidas de futuro cuando es lo único de lo que su gobierno ya no puede disponer.

El Gobierno central ha fumigado a Canarias en tres años con calculada frialdad política. Bajo el principio de que cuanto peor mejor (cuanto peor le pusieran las cosas a Rivero, mejor para machacar la experiencia del pacto con los socialistas) han sometido a una cruel asfixia financiera a una de las Comunidades más pobres del Estado, a la más lejana, fragmentada y territorialmente compleja, y han vuelto a los colectivos sociales contra quien sólo fue, al tiempo, intermediario y víctima de los recortes. El Gobierno canario ha sido el medianero de Madrid en la gestión imposible de una pobreza galopante. No supo o no pudo transmitir esa realidad a los ciudadanos de los que se distanció enfrentándose, absurdamente, a una parte importante de los medios de comunicación de las islas.

El presidente de un Gobierno al que casi no le queda futuro habló esta semana de acabar con las listas de espera en la Sanidad, de crear empleo social, de abrir los colegios en verano, de planes para mejorar la conectividad de las islas y modernizar el sector turístico, de políticas para acabar con el fraude... Parecía un discurso de investidura, más que un balance. Si no fuera porque la oposición lo hizo aún peor, sería para estarle criticando una larga temporada por atreverse a decir que en unos pocos meses va a solucionar lo que no ha podido hacer en tres años y medio. Y es que el esfuerzo contable de Paulino Rivero, meritorio en memoria, ni explicó bien el pasado ni tenía sentido que dibujara el futuro.

Pero claro, cuando llega la candidata del PP y promete crear cien mil puestos de trabajo ya casi todo queda dicho. ¿Quién da más? ¡Cien mil y dos huevos duros! Con toda la razón del mundo la gente pasaba por la calle pasando del Parlamento. Cada uno a lo suyo. La gente a ganarse el pan y los parlamentarios a gastarlo en un pecado contra el sexto mandamiento. Los grandes asuntos de Canarias se sobrevolaron con un vuelo gallináceo y aburrido de cifras sectoriales e inservibles cuentas de gran capitán. Los pocos diputados con un cerebro amueblado para elevarse sobre la mediocridad dormitaban con desinterés por un falso debate en el que nadie tenía intención de escuchar realmente a nadie excepto a sí mismo. Fue un acto más de una política tan mala e improductiva que ha conseguido crear en la calle la falsa idea de que todos son iguales excepto los que están por llegar. Que no son iguales simplemente porque aún no están.